El antequerano José Villodres Fernández, conocido profesionalmente como Pepe Spont, lleva toda su vida rodeado de pinceles. El suyo ha sido uno de esos oficios que, la evolución tecnológica, hace que tienda a desaparecer. “Yo siempre he sido rotulista, de los antiguos de a mano, pero con la llegada del vinilo la demanda es casi inexistente”, lamenta.
Ahora, ya prejubilado, cambia el soporte de la pared, donde ha dejado su impronta en tantos y tantos carteles, para pasar al lienzo. “Hasta ahora la gente no conocía esta faceta mía, y me apetecía mucho mostrar mi obra”, añade.
Bodegones y retratos campestres se han podido ver durante este mes de octubre en Artekira, el espacio de Comercial del Bricolaje en la calle Juan Adame donde ha protagonizado su escaparate. “Esto es algo con lo que he nacido, aunque hasta ahora no he podido dedicarle todo el tiempo que me habría gustado”. Por eso ahora se plantea nuevos retos, “como otra exposición con paisajes y algún desnudo que me encantaría presentar en la Sala del Ayuntamiento, pero hasta ahora no se ha tenido a bien abrirme las puertas de la que se supone es la casa de todos los antequeranos”.
Sus inquietudes no paran, empleando para sus obras la técnica del acrílico, “que me gusta más que el óleo, que también lo he trabajado, pero lo prefiero porque seca rápido y me está dando muy buenos resultados”.
No obstante, Pepe Spont considera que todo el trabajo realizado anteriormente “también era arte”, guardando muy buenos recuerdos de algunos rótulos que quedan inmortalizados, “como el escudo del antiguo camión de bomberos que se una en la plaza de toros”. “Es una pena que se esté perdiendo esta labor artesana”, señala para rememorar sus inicios en el campo de fútbol, donde durante décadas ha sido el encargado de plasmar todos los carteles publicitarios “desde que tenía 18 o 20 años, y sin que nadie me enseñara”.
De ser un espontáneo a convertirse en rotulista
Esa espontaneidad que siempre ha mostrado, y que aún hoy mantiene, es la que le llevó a tomar el sobrenombre de Spont. “Ese es mi nombre de guerra, me lo puso un rotulista muy bueno que se llamaba Adolfo, porque me tiré a pintar como el espontáneo que se lanza al ruedo”, rememora.
Ahora, ve la evolución del arte en la calle, considerando el graffiti “como un auténtico arte. Nunca lo he hecho, pero lo admiro mucho porque son grandes artistas a pesar de las dificultades que ofrece este soporte”.
