domingo 13 abril 2025
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La Semana Santa de Antequera en 1925: Sólo procesionó Los Dolores, el Viernes Santo

Antequera, como el resto de España, vivía en la Dictadura de Primo de Rivera y eran años donde las cofradías no tenían casi iniciativa procesional. En este 1925, sólo procesionó la Cofradía de los Dolores, ese año, en Viernes Santo. Mariano B. Aragonés critica la actitud de las cofradías en este “bella, pero durmiente ciudad, que durante algún tiempo me cobijó en su seno, desde otros lares. Las valiosas riquezas, los tesoros artísticos que tus veneradas imágenes ostentan; la magnificencia y esplendor de tus renombradas procesiones; riqueza, arte, esplendor, todo permanecerá oculto, en quietud mortal, tras los espesos muros de tus antiguos y suntuosos templos”.

Años donde las cofradías se esforzaban en traer a predicadores destacados que reclamaran la presencia de fieles en los templos donde sí había cultos. En el Socorro vino el doctor Enrique Vázquez Camarasa, magistral de la catedral de Madrid. “Como es costumbre, el miércoles de Ceniza comenzó el septenario a la Virgen del Socorro”. Trató sobre “La Religión en su influencia sobre la vida humana y en relación con la Santísima Virgen”. Estudió la primera noche el concepto y la necesidad de la Religión. En la segunda, demostró la posibilidad del milagro, criterio por excelencia del orden sobrenatural; y en la tercera, la naturaleza y excelencias de la virtud de la Fe.

En Santo Domingo predicó “el elocuente orador señor Rodríguez Lario, secretario de la Universidad Católica”. Y en El Carmen, “la novena a Nuestra Señora de la Soledad, estando encargado de los sermones vespertinos el R. P. Fr. Francisco Orduña, agustino”.
En Belén también se celebró un septenario, donde sólo sermones “en las tres tardes últimas, estando a cargo del P. Estebanell, de Málaga. El primer día citado será la función a las seis y cuarto, y los dos siguientes a las seis y tres cuartos. El viernes de Dolores se celebrará misa cantada a las diez y media”.

Triduo al Señor del Mayor Dolor en Semana Santa
Días antes de la Semana Santa “recibimos la noticia de que se había decidido la salida de una cofradía. En efecto, en la misma mañana se había pensado y acordado que el Viernes Santo luciera su procesión la Hermandad de Servitas. Es digna de aplauso dicha cofradía, especialmente la camarera de la venerada Virgen de los Dolores, la señora doña Purificación González del Pino, viuda de Muñoz, por su decisión, gracias a la cual siquiera un día se verán honradas las calles de Antequera con la solemne conmemoración de la Pasión de Cristo y de los dolores de su Santísima Madre”, recogen nuestras páginas.

Se lamentaba que “hay muchas personas que piensan pasar fuera la Semana Santa y tienen encargados sus hospedajes, y lo mismo pasará con muchos vecinos de los pueblos cercanos, ya que estaba extendida la creencia de que no se celebrarían nuestras famosas procesiones. Y otro aspecto digno de considerarse es que con el retraso se pierden los beneficios que en general la población obtiene con las fiestas, pues conociéndolas con tiempo se hacen compras y trabajos que sin ese motivo tal vez no se realizarían. Hay, pues, que convencerse de la necesidad de hacer con tiempo las cosas, tanto para la mayor solemnidad religiosa, como para su utilidad desde el punto de vista profano”.

Dentro de los cultos en Semana Santa, destaca un triduo al Señor del Mayor Dolor en San Sebastián, 25 años antes de la fundación de su cofradía, lo que demuestra su devoción. “El día 6, a las siete y media de la tarde, empezarán estos solemnes cultos en la iglesia mayor, en honor de dicha venerada imagen, estando la predicación a cargo del señor vicario. Se ruega a los innumerables devotos del Santísimo Cristo procuren el mayor esplendor de este triduo con su piadosa asistencia”.

En cuanto a los cultos en Semana Santa hubo en la iglesia mayor y colegial de San Sebastián el Domingo de Ramos “a las nueve, coro; a las nueve y media, bendición de las palmas, procesión, sermón y misa con Pasión cantada. Lunes, Martes y Miércoles Santos. Solemne triduo al Señor del Mayor Dolor, a las siete y media de la tarde, estando la predicación a cargo del señor vicario. Jueves Santo. A las nueve y media, coro y misa solemne con procesión al Monumento; a las seis de la tarde, maitines (tinieblas), y a las ocho de la noche Miserere, con orquesta. Viernes Santo. A las nueve, coro; a las nueve y media, Pasión, adoración de la Santa Cruz y procesión del Monumento. Sábado de Gloria. A las ocho, coro; bendición del fuego, cirio pascual, pila bautismal, y misa solemne. Domingo de Resurrección. A las cinco y media, maitines; misa y procesión claustral, como los domingos terceros”.

Así como en San Pedro el Domingo de Ramos a las diez, bendición de palmas y procesión solemne y Oficios con la Pasión cantada. Jueves Santo, a las diez, oficios. Viernes Santo, a las nueve, oficios con Pasión cantada. Sábado Santo, a las ocho, profesías, bendición de pila bautismal y misa de Gloria. Domingo de Resurrección, ¡a las cinco de la mañana!, misa de Resucitado, con toda solemnidad; a las nueve, misa parroquial; a las doce, la misa de costumbre.

También hubo en San Miguel, Santa María, San Juan de Dios, Nuestra Señora de la Victoria, Madre de Dios, La Encarnación, Santa Catalina, Las Descalzas, Santa Eufemia, La Trinidad, San Francisco y Capilla del Asilo de San José.

Viernes Santo: procesión de los Dolores en Belén
Años en los que el Desfile de la Armadilla se organizaba y salía desde San Sebastián. “Próximamente a las cuatro y media se organizó en la plaza de San Sebastián, la comitiva de la Cofradía de los Servitas, que se dirigió por calle Lucena, Diego Ponce y General Ríos, a la iglesia de Belén. A las cinco y media salieron de ésta las imágenes, y se organizó la procesión”.

Una procesión que se organizó a instancias de “su respetable camarera doña Purificación González del Pino, viuda de Muñoz, a cuya devoción y liberalidad tanto debe la Hermandad citada, y acordada al siguiente día en la junta celebrada en Belén, bajo la presidencia de su hermano mayor don Joaquín Muñoz G. del Pino, ha habido necesidad de trabajar lo indecible en los preparativos, a pesar de lo cual se ha llevado a efecto una reforma para aumentar seis hombres al “paso” de la Virgen, con adornos y ornamentos al trono y andas. Se han confeccionado más de cuarenta túnicas nuevas y se estrenarán también dos bonitos estandartes hechos en Sevilla”.

Un piquete de la Guardia Civil abría el cortejo, seguido del guión de la Hermandad. Se mantenía la figura de la armadilla, niños y jóvenes vestidos como los hermanacos de hoy, con túnica y capuz, que son los que portaban cirios y estandartes, antes de importar la figura del capirote sevillano. En el Señor Atado a la Columna, “túnicas negras color de esta cofradía, en dos filas alumbrando; tarjeteros, y a continuación el hermoso “paso”, que iba llevado por diez y seis hermanacos y conducido por su hermano mayor de insignia” José Paradas Sánchez. Cerraba la marcha, la banda de cornetas y tambores del Regimiento de Extremadura. Era camarera Purificación González del Pino.

Seguía la armadilla y tarjetas del Cristo Caído, que “era porteado por dieciocho hombres, guiados por don José García Reig, que vestía una valiosa y artística túnica. Era camarera, Ascensión Mantilla. Detrás de este paso iba la Banda Municipal (que, dicho sea entre paréntesis, si a su gran afinación uniera mayor marcialidad y compostura, sería digna de todo elogio)”. Seguidamente, “marchaban dos largas filas de devotos, y los niños del Colegio Seráfico, alumbrando, la armadilla de la Dolorosa, gran número de tarjetas, estandartes riquísimos, un precioso campanillero, (hijo de don José Franquelo) y el hermano mayor de insignia, don José María Cuadra Blázquez, que dirigía a los treinta y seis robustos porteadores del paso de Nuestra Señora de los Dolores”. Era camarera Purificación G. del Pino. Iba “hermosísima esta imagen, sobre su trono de dorada talla y bajo el magnífico palio que de antiguo luce en su procesión. No hace falta describir el riquísimo y admirado manto que llevaba, el espléndido traje que vestía, la profusión de alhajas, adornos y candelabros que en artístico conjunto denotaba el gusto que preside el arreglo de tan hermoso paso”.

“Baste decir que a su tránsito por las calles la admiración general se deshacía en palabras de encomio, en gritos de entusiasmo, en saetas, clamores y vítores espontáneos brotados de los pechos del pueblo, inflamados de fe y veneración, manifestación singular y estruendosa en que estalla el sentimiento popular”. Detrás de la Virgen iba alumbrando el elemento oficial, presidido por el vicario, José Moyano; el alcalde, Carlos Moreno; juez municipal, Antonio Sánchez Puente; capitán, Manuel Hazañas, en representación del comandante militar, y que “en calle Ramón y Cajal cedió el puesto al teniente coronel de Regulares de Alhucemas”, Ricardo Serrador, que había llegado de Málaga, momentos antes; hermano mayor de la Cofradía, Joaquín Muñoz, y otras personalidades.

Cerraba la marcha la banda militar de Extremadura. “El desfile por la estación acostumbrada fue presenciado por extraordinario público, descollando, como siempre, especialmente en los balcones, la belleza y gracia de nuestras mujeres; pero se echaba de ver la falta de forastero que en años anteriores ha venido, e incluso de los paisanos ausentes que acostumbraban a pasar aquí la Semana Santa”.

El paso por la calle del Infante “fue deslumbrador, como asimismo en la Carrera; y como final, espectáculo sublimemente grandioso e indescriptible fue, como siempre, la subida de la calle Archidona, para que la Virgen bendijera la vega desde la altura de San Roque, y tanto allí como a la entrada a su iglesia se desbordó el entusiasmo, terminando el espectáculo después de la una de la madrugada”.

Como curiosidad, la banda del regimiento de Extremadura, vino de Algeciras a las cuatro de la tarde del Jueves, ofreciendo una velada musical en calle Belén, la noche del Jueves.

Muñoz Burgos reflexiona sobre la Semana Santa en 1925
Uno de los puntales de estas páginas, José Muñoz Burgos, al pasar Semana Santa, reflexionaba: “Cumplida nuestra obligación de cristianos, hora es de hacer también cuaresma de patriotas, recogernos en meditación, hacer penitencia y prometernos la enmienda de nuestros yerros, la contención de nuestras pasiones, el firme y decidido propósito de no posponer el bien de la ciudad a nuestras rencillas personales, con tan grave daño para los intereses de todos.

Cuánto bien, cuánto beneficio reportaba la rivalidad tradicional de las cofradías, que en noble emulación y orgullosa pugna que les llenaba de entusiasmo, hicieron de sus respectivas procesiones asombrosos espectáculos, superándose unas a otras en grandiosidad, lujo, orden, riqueza, número. ¡Cuán fatal y desastroso el conato de discordia interna, que, entrando en las compactas filas de las hermandades, las divide y fracciona y les quita la fuerza, como cuando en un ejército prende la insubordinación!

Un año perdido en nuestras fiestas, es un retroceso, es una pérdida incalculable para la ciudad, y en la ciudad vivimos todos, y todos, grandes y chicos, en menor o mayor parte, más o menos directamente, estamos ligados a su vida, a su bienestar y a sus crisis.
Cuenta Antequera con no una base sino varias, y con sobrados medios para hacerse de un brillante porvenir. De su Semana Santa, baste decir que no hay forastero que la vea que no se muestre sorprendido y entusiasmado por su originalidad, orden y boato. Anteanoche mismo, sin ser la mejor la procesión de los Servitas, oíamos palabras de gran encomio y comparaciones que nos enorgullecían, de labios de forasteros, desinteresados en estas alabanzas. Y además de las de Semana Santa, tenemos alguna otra procesión original, ferias y otras fiestas notables.

Hay en nuestro término una sierra de cuya extraordinaria importancia da idea el saber que sólo dos casos geológicos de su índole existen en Europa, y que el de mayor interés para su estudio es el Torcal. Poseemos el más grande hipogeo conocido y no menos importantes construcciones prehistóricas, como la cueva del Romeral, raro ejemplar que ha dado lugar a importantes estudios por su inexplicable emplazamiento en estas tierras.

Tenemos ruinas romanas, restos árabes evocadores de lejanas epopeyas. Subsisten, bien mermados, los tesoros artísticos de nuestras iglesias, y éstas, a Dios gracias, aún permanecen en pie, salvo las que desaparecieron sin dejar el rastro de sus cimientos: San Salvador, San Isidoro, o las que se hunden, como Santa María. Quedan algunas, contadas, casas señoriales, de aquellos siglos en que había gusto arquitectónico, que han resistido a la piqueta, aunque no al parche antiestético. Y, en fin, hasta en industrias tenemos la suerte de disfrutar el privilegio de exclusiva, en cuanto a curtidos, mantecados y especialmente las inimitables mantas, de las que hace pocos días oíamos también desinteresados elogios.

Pero falta el espíritu que sobre ella labre nuestro porvenir. La indolencia, la apatía, la incomprensión y el error lo retrasan y hacen que se pierdan los años en una suicida dejación o lucha negativa, que nos exponen a perder definitivamente lo que de nosotros depende conservar: nuestras costumbres y nuestra herencia artística, porque aquello que es obra de la Naturaleza somos impotentes para destruirlo, que si no… Buena prueba de que Antequera perderá su patrimonio artístico, es que deja ir sin protesta objetos que la pertenecen, que con un motivo u otro, con cualquier pretexto salen de aquí y no vuelven, y los que los dieron no se preocupan o no se atreven a reclamar, siendo este miedo o dejación estimulo para nuevo expolio.

Quisiéramos que unos y otros, fijándose en el mal que nos hacemos nosotros mismos, separáramos el amor a Antequera, de nuestras pasiones e intereses, hiciéramos penitencia, y nos prometiéramos la enmienda, y al culminar la hora de la Redención brillaría la aurora de un porvenir espléndido, sonaría estruendoso el clamor del «Resurrexit» y Antequera alcanzaría el más halagüeño bienestar. Así sea”. Han pasado 100 años y… ¿hemos cambiado de 1925?

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