El volcán de nombre impronunciable, fue una belleza en su estallido. Las imágenes que llegaban eran de ensueño. Luego, el tiempo, que corre o vuela, lo cambió todo y lo convirtió en alto voltaje de peligrosidad. Y así el Eyjafallajokull, cedió su estética salvaje a favor de la toxicidad. La Comunidad Europea descubrió que el espacio aéreo es muy vulnerable y los viajeros, la imposibilidad de correr hacia su lugar de llegada.
En los libros clásicos ya se habla de esta fugacidad del tiempo. Alicia, estos días versionada por Tim Burton, dice una frase en el original de L. Carroll: «En mi mundo cuando se corre se cambia de lugar», aunque la reina no tiene el mismo concepto pues le replica: «Aquí como ves, hay que correr lo más rápido posible para permanecer en el mismo lugar, vuestro mundo es muy lento».
Ya conseguí lo que quería, entrar en el mundo de los libros. Me dio bastante pena no haber hecho el encuentro del sábado 17 en la semana de la SELIN, ¡¡llovía a cántaros! Mis cuentos, mis historias, las sonrisas o el misterio de los personajes, me llevaron hasta la carpa blanca del Paseo Real. Mis botas llenas de barro, esperaron lo imposible. Mas la lluvia se empeñó en no dejar que nos encontráramos en esa mañana mágica. Me lo tomé como una vivencia más, como una innovación de la Naturaleza ante el programa establecido.
Por eso, tras el rastro de la poesía de Luis Rosales me hallo, ya que en ella el tiempo se transforma en lugares en donde se ha estado, y en sus versos encuentro aromas de pasos caminados, de sueños que buscan su sitio y que a veces se pierden en la nada o en la ausencia de una mirada con olor a revelación permanente.
«Abril, porque te siento creo, pon calma en los ojos míos…(L. Rosales)
¡FELIZ DÍA DEL LIBRO!
