jueves 25 abril 2024
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Domingo 2 de diciembre, Primer domingo de Adviento, Ciclo C

· Primera Lectura:

Jeremías 33, 14-16.

· Salmo responsorial:

Salmos, 24. “A ti Señor,

levanto mi alma”

· Segunda Lectura: Primera Tesalonicenses 3,

12 -4, 2.

· Evangelio: 

Lucas 21, 25-38.

Hoy bien podríamos comenzar la Eucaristía dominical felicitándonos el año. Pues aunque aún nos queda casi un mes para alcanzar el cercano 2019, en el calendario de la Iglesia, las primeras vísperas de este domingo supone comenzar un nuevo Año Litúrgico. Este siempre comienza con el inicio del tiempo del Adviento, al inaugurar el camino que nos llevará a celebrar el nacimiento del Hijo de Dios en Navidad. 

 

Además, posiblemente uno de los primeros detalles que vamos a notar en este domingo es que también comenzamos la lectura de un nuevo evangelio. Desde hoy y durante el próximo año, los evangelios dominicales preferentemente los va a tomar la Iglesia del escrito por san Lucas. 

 

No se trata de hacer un estudio en profundidad, pero si podemos señalar algunos detalles importantes.: es el evangelio donde más claramente se nos presenta a Dios como Padre de misericordia, especialmente, a través de sus parábolas. También, cuando escuchemos los relatos de la infancia de Jesús, destaca el papel fundamental de la Virgen María en la Historia de la salvación. Esto tendremos ocasión de comprobarlos las próximas semanas.

 

Junto a eso, el comienzo del Adviento siempre quiere ser un gran despertador para nuestra vida de fe: quiere despertarnos en nuestra preparación ante la venida de Jesús en Belén, que celebraremos en la próxima Navidad. Pero sobre todo quiere «tomarle el pulso» a nuestra vida de fe ante el anuncio de la segunda y definitiva venida del Señor al final de los tiempos. Porque durante la primera parte de este tiempo de Adviento esa es la verdadera clave. Así las lecturas nos hablaran de señales fuertes y llamativas en el firmamento. Hasta el punto de que quedaremos sin aliento por el miedo y la ansiedad. Un telediario de cualquier día de estos, vaya.

 

Ante ello, no podemos olvidar un detalle, que parece menor, pero que nos puede dar mucha luz. La manera como la Iglesia presenta estas cosas. Lo hace como si fuese una «espiral»: todos los años se repite el Adviento, pero al mismo tiempo, es siempre nuevo. Este hecho es lo que nos permite ir profundizando en él cada vez más en su profundo significado. No para quedarnos en los detalles llamativos, sino para ver como nuestra vida sigue adelante en medio de esas dificultades.

 

Porque una situación como la que presenta el evangelio de hoy, ¿puede ser un motivo para vivir sin esperanza? Sin fe, desde luego que sí. Sin embargo, ante esta actitud, hoy la Palabra insiste en reforzar nuestra esperanza en la venida del Mesías, en la vuelta del Hijo del hombre. Porque cuando empiece a suceder esos acontecimientos terribles, la invitación es a levantar nuestras cabezas, porque se acerca nuestra liberación.Realmente esto puede ser así si evitamos caer en la tentación de huir de la realidad, si nos contentamos con pensar que algún día cambiarán las cosas, aunque ahora haya que sufrir. Esa no es la esperanza cristiana. 

 

Él no entregó su vida en la cruz para ello.La vida de la Iglesia nos muestra que es una cosa muy distinta. Multitud de santos y santas han consagrado su vida a hacer que los frutos del Reino nazcan en medio de la vida de los hermanos. Porque ese es el gran secreto de esta esperanza, donde podemos apoyar toda nuestra vida. Buena manera de comenzar el Adviento, preocupándonos de ser testigos de ese Amor que llega en medio de la realidad donde nos movemos cada día. Dios quiere servirse de nosotros también para hacer nuevas todas las cosas. Quiere hacer brotar lo mejor que somos y tenemos como las primicias de ese Reino, invitándonos a compartirlo con quienes salen a nuestro encuentro. Que Dios nos bendiga y nos ayude a hacerlo realidad.

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