El evangelio de hoy me ha recordado el libro de Benedicto XVI: “Jesús de Nazaret”. El evangelio narra el comienzo del viaje de Jesús a Jerusalén en el que se suceden tres encuentros. En el segundo de ellos Jesús dice a uno: “Sígueme”. Y este contesta: “Déjame primero ir a enterrar a mi padre.” A lo que Jesús añade: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios”.
Benedicto XVI, comentando estas palabras, cita en su libro a Jacob Neusner, un judío que ha escrito: “Un rabino habla con Jesús,” donde se coloca entre los que escuchan al Nazareno. Mas termina confesando que no puede ser de sus discípulos, pues la respuesta que Jesús da a quien pide enterrar a su padre, se carga el 4º mandamiento. Núcleo íntimo del orden social según la Torá.
Y Benedicto XVI le da la razón. Pero añade que seguir a Jesús no comporta un orden social, como sí lo comporta la Torá. Por eso, con el Sermón del Monte no se puede construir ningún estado. Su mensaje está en otro nivel.
Y Neusner, que también cita la escena en que dijeron a Jesús: ahí están tu Madre y tus hermanos. Y Jesús respondió: “¿Quién es mi madre y mis hermanos?… Todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.” Ante esta respuesta, Neusner se pregunta: ¿Jesús tenía derecho a hacer eso? Porque esa familia espiritual ya existía: era el pueblo de Israel unido por la observancia de la Ley mosaica. Hasta el punto que, solo para estudiar la Torá o para anunciarla, le estaba permitido a un judío separarse de su familia. Y afirma: el verdadero problema es que Jesús no dijo: “Quien ama a su padre o a su madre más que la Torá, no es digno de la Torá”, sino que dijo: “Quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí”. Y se puso en lugar de la Torá. Y esto, solo puede hacerlo quien sea superior a la Torá. “Eso, solo Dios puede exigirlo”.
Y Benedicto XVI también aprueba que “eso solo Dios puede hacerlo”, como afirma el rabino. Y puntualiza: ahí está el verdadero quid de la cuestión, saber quién es Jesús. Porque si un cristiano no cree que Jesús actúa con la autoridad misma de Dios, hay más coherencia en la postura del rabino que en la suya.
La conclusión está clara: no se puede aceptar plenamente la enseñanza de Jesús, si no se acepta su persona. Aceptarlo es seguirle. A él, que dijo con su palabra, obras y resurrección: “el Padre y yo somos uno” (Jn 10, 30).
Juan, en el prólogo de su evangelio afirma ésta verdad fundamental: “En el principio era el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios y el Verbo era Dios”.
Por eso, quien cree en Jesús lo adora. Pues está ante el Enmanuel, Dios con nosotros. Con nosotros, pues la mayor cercanía sólo nos la puede entregar el más grande amor.
