viernes 19 abril 2024
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Menga y su circunstancia

Todo el mundo suele meter la pata, pero una metedura de pata que afecte a un monumento, a poco que te descuides, corre el riesgo de ser monumental. De ese calibre es el disparate de edificio construido a los pies de Menga y Viera, y es un hecho que ese error empieza a ser reconocido y hay, perece ser, un propósito de enmienda. Pero: ¿Cómo va a corregirse el desaguisado? Esa es una cuestión, pero no la primera.

Previa a ella hay esta otra: ¿cómo sabemos (ahora) que aquello fue un error? ¿Ante quién tendríamos que mostrarnos arrepentidos? ¿Cómo haríamos creíble nuestro propósito de enmienda? Si se lo preguntas al político, evaluará el nivel del cabreo y, mareará la perdiz. Su propósito: salvar la cara (y no sólo la suya). Pero ¿y los demás? ¿Dónde estábamos cuando «aquello» empezó a levantarse donde había existido un campito de fútbol y una pista de autoescuela? Pues a todos nos pilló con el pie cambiado y sin saber a qué atenernos.

 

Ahora, gracias al trabajo de tantos especialistas en el tema, sabemos la enormidad del disparate. Enorme significa «fuera de norma». Y el criterio o norma a la que hubieran debido atenerse (y de la que nos hemos pasado tres pueblos) era, y es, Menga. Ahora toca rectificar, que es de sabios; pero no sólo de sabios. La demolición del edificio, y restauración del solar al estado en que lo dejaron nuestros lejanos antepasados será una obra de justicia para con ellos. Una obra de misericordia diría usted si, una de estas mañanas soleadas se pasea por los caminitos del recinto o lo contempla desde el Marimacho: «aquello» está frito porque lo demuelan. Y el que se detenga a pensar en lo que costó, o en desmoches parciales, se estará saliendo de la «norma» (la pobre Menga). ¡Y de la Unesco!

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