viernes 26 abril 2024
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Si hay algo que tenemos ya claro en este dilatado tiempo de pandemia es que la desconfianza y hasta el miedo al semejante no van a ser todavía cuestión de pocos meses. El temor por ser contagiado con esta mutante enfermedad de tan fácil propagación está propiciando que nos arrinconemos en frágiles burbujas sin conexión en las que a lo sumo solo damos acceso a nuestros seres más cercanos si comparten con nosotros el mismo habitáculo.“El ser humano puede soportar una semana de sed, dos semanas de hambre, muchos años sin techo, pero es incapaz de soportar la soledad”, escribía Coelho en su libro Once Minutos y bien sabemos lo que en nuestro sentir andaluz significa la compañía y el trato cercano con nuestra gente más allegada.La reciente Semana Santa se ha sumado a la lista de festividades y celebraciones coartadas por la prudencia y el miedo a la nueva ola que según dicen los expertos está a la vuelta de la esquina. Las siguientes fiestas del año, ni se las ve ni se las espera.

Todos pendientes de vacunas, de reencuentros, de salidas y reuniones que no contradigan unas disposiciones que, por prudentes y diversas, han generado polémicas según el territorio en que nos encontremos. En este punto han sido lamentables los numerosos casos donde la insensatez de individuos desaprensivos llegaba a lo más alto de su escala por medio de concentraciones callejeras y fiestas ilegales. Como si lo que está pasando y las personas que nos han dejado, victimas del maldito coronavirus, fueran de otro planeta o intérpretes de una siniestra película que nada afecta por ser pura fantasía.

Bajo otro prisma, y a diferencia de generaciones anteriores, los niños de hoy están creciendo al amparo de dos premisas tan hermanas como endiabladas: miedo al semejante y distanciamiento social. Es una pena y a la vez una realidad esta soledad. Aquí tanto familias, como escuelas y medios de comunicación tenemos pendiente una ingente labor por desarrollar para minimizar esos efectos en seres tan sociales como los humanos en los que la unión ha fortalecido antes las adversidades de cada tiempo. La clase dirigente, los de arriba,por lo que estamos viendo constantemente en los medios de comunicación, están en otra cosa que siempre pasa por intentar conservar privilegios aunque para ello tengan que desdecirse, difamar al contrario o lo que aún es peor, generar odio entre la ciudadanía.  Este país ya aprendió con sangre de hermanos hace décadas, que lo semejante debe ser motivo de unión, no de enfrentamientos. Respetar las ideas fortalece, aunque haya campañas electorales de por medio.

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