Que no me vaya a llevar
la tristeza del olvido
por valles de soledad.
Soledad tiene un camino
que no es camino de nadie
que es sendero compartido.
Anoche, cuando la luna
se derramó por los cielos,
toda mi boca era tuya.
Ardía mi corazón
en unas llamas de acero.
¡Qué gran equivocación!
Dicen que ya no te quiero.
Dicen que ya no me quieres…
¡Que lo pregunten al cielo!
Anoche, cuando venía
por el mar de tu cintura,
mi pelo se desteñía.
Tenías en la mirada,
como un lago de luciérnagas,
mi vida desparramada.
¡Qué sabré yo de senderos!
Toda la vida la paso
volviendo a andarlos de nuevo.
Y… que no haya yo aprendido
que la noche tiene esquinas
donde escondernos, amigo.
¡Qué difícil situación!
Toda la vida la paso
temblando en tu corazón.
Cuando vengas a mi encuentro
me hallarás como un cometa
lejos de mis pensamientos.
Tiene el aire un sabor nuevo
a jazmín y a madreselva
a silencios y luceros.
Me desperté con el alba.
Temblaba mi corazón.
Paseaba por tu alma.
¿Acaso nos conocemos?
¿Nos vimos en otro tiempo?
Es mejor que lo dejemos.
Cuando te miro a los ojos
y me sumerjo en tus mares…
¡Dios mío, cuántos destrozos!
¿Será que la luna nueva
tiene semillas de escarcha
para volver a tu vera?
Alguna vez me pregunto
si yo fuera ruiseñor…
Y enmudezco al segundo.
No sé por qué sigo y sigo.
El llanto… la soledad…
¿es acaso mi destino?
Vete ya. Te me has entrado
a hurtadillas por los poros
y tengo un sudor amargo.
(Me dieron
un tercer premio
en Cantillana
a nivel de hispanohablantes
porque era una copla
y nos invitaron a cenar
10 de julio del 98)