En este tiempo de mucho calor en el Norte y mucho frio en el Sur, aquí en el Sur de Chile en pleno invierno, estamos a más de cinco grados bajo cero. Vivimos en este cambio climático provocado en gran parte por el hombre que no cuida la naturaleza. Tampoco cuidamos la paz.
Dejamos que los poderosos del mundo se entiendan con sus armas para destruir. El Papa León XIV está pidiendo con suma insistencia que cesen las guerras y triunfe la paz. Precisamente de ello nos va a hablar el evangelio de Lucas. Jesús que envía a sus discípulos a llevar la paz por todo el mundo.
En el Evangelio de este domingo contemplamos el envío de Jesús a sus discípulos de dos en dos, mostrándonos la importancia de la comunidad en la evangelización y la necesidad de la oración para que el mensaje llegue a todos. La instrucción de no llevar nada, más que la paz, nos recuerda que la confianza en Dios y la sencillez son claves para proclamar el Reino.
El regreso gozoso de los misioneros y su admiración por los prodigios realizados suscita una enseñanza fundamental sobre la verdadera fuente del gozo cristiano. Más que en los carismas extraordinarios, la alegría auténtica debe fundarse en la certeza de la salvación eterna. Los nombres escritos en el cielo constituyen el tesoro definitivo que ninguna circunstancia terrena puede arrebatar.
Después de más de veinte siglos de cristianismo es difícil escuchar las instrucciones de Jesús a los suyos sin sentir sonrojo. No se trata de vivirlas al pie de la letra. No. Simplemente de no actuar contra el espíritu que encierran. Tengamos en cuenta las dos consignas que Jesús nos deja: Lo “primero” que han de comunicar sus discípulos al entrar en una casa es: “Paz a esta casa”. La paz es la primera señal del reino de Dios.
La segunda consigna de Jesús es más desconcertante: “No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias”. Los seguidores de Jesús vivirán como los vagabundos que encuentran en su camino. No llevarán dinero ni provisiones. Lo sorprendente es que Jesús no está pensando en lo que han de llevar consigo, sino precisamente en lo contrario: en lo que no deben llevar; no sea que se distancien demasiado de los más pobres.
Y nos preguntamos: ¿Cómo se puede traducir hoy este espíritu de Jesús en la sociedad del bienestar?. No simplemente recurriendo a un atuendo que nos identifique como miembros de una sociedad religiosa o responsables de un cargo en la Iglesia. Cada cual hemos de revisar con humildad que nivel de vida, que comportamientos, qué palabra, que actitud nos identifica con los últimos, los Epobres y marginados que fueron los preferidos de Jesús.
Por otra parte esta página evangélica nos interpela sobre nuestro compromiso misionero y la calidad de nuestro gozo espiritual. Y sobre todo en tiempos de crisis y de guerras que no acaban en nuestro mundo, recordemos que la paz es un regalo de Dios y un trabajo del hombre. Acoger la paz de Dios, guardarla fielmente en el corazón, mantenerla en medio de los conflictos y contagiarla a los demás exige el esfuerzo apasionante de unificar la vida desde Dios y no desde el dinero, el poder ni demás intereses humanos.
Jesús pide a sus discípulos que, al anunciar el reino de Dios, su primer mensaje sea ofrecer a todos la paz. Si la paz es acogida, se irá extendiendo. Y hoy también nos pide Jesús que el regalo de la paz lo extendamos a nuestra familia, amigos, sociedad y a todos los países. Sin paz no se puede vivir dignamente.