miércoles 19 febrero 2025
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Domingo V del Tiempo Ordinario: Domingo de la pesca milagrosa

En las congregaciones religiosas hubo, muchos años atrás, un religioso llamado el reclutador de vocaciones, iba de pueblo en pueblo “a pescar”. Era pesca fácil, había muchos niños y mucha pobreza. Hablaba con las familias y con una propaganda piadosa llenaba sus redes. Precisamente yo soy una de esas vocaciones reclutadas en la Extremadura del año 70. Mi reclutador aún vive y se siente orgulloso de haberme “Pescado” y yo de ser su pesca de aquel viaje.

Hoy, por muchas razones sociales ya no se pesca nada, nadie muerde un cebo tan poco apetitoso. Los eslóganes publicitarios de hoy tienen más garra, nos atraen más, son más universales y nos garantizan la satisfacción plena.

El eslogan de Jesús en este evangelio de Lucas, llamado el evangelio de la Pesca Milagrosa sería: Mar adentro. Rema mar adentro. Aguas profundas.
El agua de la orilla es agradable, acaricia los tobillos, es cómoda, al no ser profunda no impone ni da miedo. La tentación es quedarse en la orilla y mojarse sólo los pies. Nada más.

La vida ordinaria es la vida alimentada por las noticias, los deportes, los escándalos de la corrupción, las pastillas de la farmacia… pequeñeces que no ilusionan. La vida cotidiana de Pedro era remendar sus redes, jugar con los otros pescadores, contemplar el lago y salir a pescar.

Pedro es una persona corriente, se gana la vida pescando. Hoy tuvo un día malo, trabajó mucho y no pescó nada. Está decepcionado, pero terminó el día entusiasmado. Se encontró con Jesús. Experto en pesca, y escuchó de sus labios un nuevo eslogan: Rema mar adentro, a las aguas profundas.

Pedro es un hombre arrogante y se atreve a decir a Jesús que no es buena idea. Pero Pedro obedeció. Este predicador itinerante sabe más de Dios que de otras cosas, sabe que Dios no está en la superficie sino en la profundidad del ser, sabe que Dios nos da algo más que pan y peces.

Esta manifestación no es resultado de la gran pesca sino de dejar a Dios ser Dios, de una obediencia sincera. Y Pedro se dejó atrapar por la red de Jesús.

Jesús no se desanima ante la resistencia de Pedro a lanzar las redes ni le desanima su pecado. Jesús le llama no para darle una palmadita en la espalda sino para quitarle los miedos y decirle: Tenemos un trabajo que hacer juntos. Te necesito.

Es un encuentro nuevo, una barca nueva, una pesca nueva, una vocación nueva, ser pescador de hombres para el Reino de Dios. Venir a la iglesia cada domingo puede tener una doble lectura.

Aquí estamos nosotros, los de siempre, en esta barca un tanto decepcionados porque rezamos mucho y conseguimos poco. La barca no se llena sino que se vacía. Venir a la iglesia no es venir a la orilla del lago, por costumbre, por obligación por cumplir…a mojarnos un poco los tobillos. Venir a la iglesia es venir a las aguas profundas del amor de Dios. Aquí Dios nos llama por nuestro nombre para hacernos sus socios en la tarea de anunciar el evangelio.

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