jueves 3 octubre 2024
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Domingo XVIII del Tiempo Ordinario: El Pan que tenemos delante

“Pan de vida”
En el corazón del verano, cuando todavía resuenan en nosotros aquellas palabras de Jesús, de hace ahora dos semanas: “Vámonos a un lugar tranquilo para descansar”… de nuevo se nos presenta a un Jesús interesado por el ser humano, en concreto de nuestro alimento. 

 

Pero Jesús se interesa no solo por el alimento material,  para Él hay también otro alimento importante el espiritual.  Es por lo que nos dirá hoy: Hay muchas clases de pan. Quizá decía eso porque también hay muchas clases de hambre. Hay personas que viven pensando y deseando tanto el pan de mañana que se olvidan de disfrutar el pan que tienen delante ahora mismo. O quizás lloran porque ayer no tuvieron pan, sin ver el banquete que está preparado ante ellos. También están los que sólo son capaces de preocuparse por su propio estómago, incapaces de darse cuenta de que hay hermanos y hermanas cerca que carecen del pan necesario. 

 

Y la mayoría de la humanidad trabaja duramente cada día para procurarse el pan, o el arroz, o el maíz, necesario para sobrevivir, para poder llegar al día siguiente. Sólo ellos saben lo necesario que es el “pan nuestro de cada día”. Y generalmente son ellos los que mejor saben gozar, y agradecer, y disfrutar del pan que tienen en la mesa cada día, tanto si es fruto de su trabajo como si es un regalo. Cuando la vida se vive pendiente de un hilo, todo lo que se tiene es pura gracia y se recibe como un regalo. 

 

Los que habían comido del pan que les había dado Jesús, fueron a buscarle, cuando se dieron cuenta de que había desaparecido. Habían gozado tanto. Estaba tan rico aquel pan. Para aquellos cuya vida había significado sólo lucha y sufrimiento el hecho de haber sido regalados con semejante banquete, un poco de pan y un poco de pescado, fue motivo suficiente para ir a la búsqueda del que se lo había regalado. Por eso, buscan a Jesús.

 

Ciertamente aquellos que buscaban a Jesús, de los que nos habla el Evangelio de hoy, no entendieron a la primera lo que significaba que Jesús fuera el “pan de vida”. Ellos lo que entendían con total claridad era el pan y el pescado que comieron, que Jesús les había dado, que les hizo sentirse saciados y quizá les posibilitó hasta dormir una buena siesta. Y lo entendían sencillamente porque tenían hambre. 

 

Será necesario un largo proceso hasta que lleguen a pasar del hambre física al hambre de vida que era la que Jesús les estaba ofreciendo saciar. Pero, al menos, el primer paso ya lo han dado. Por el contrario, los que no tienen hambre desprecian el pan, los que se sienten saciados no necesitan de nada. Jesús puede estar en su vida, pero no pasará de ser un adorno más. Que aprendamos a valorar tanto el ”pan físico como el espiritual”, los dos nos los entrega Dios, los dos son importantes y no nos deben faltar. Los dos necesitamos para desarrollar nuestra vida.

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