domingo 24 noviembre 2024
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A menudo los hijos se nos parecen…

Así empieza una de mis canciones favoritas del inigualable Serrat. En estos días me pregunto si realmente es así. Me pregunto si yo soy así y me parezco a mi padre tanto como me gustaría. En todo proceso de crecimiento como persona, todos vamos haciendo acopio de experiencias mientras dura ese camino. Experiencias y emociones que vamos almacenando en un rincón recóndito de nuestra memoria y la mayoría de las veces las vamos dejando ahí sin hacerles mucho caso, hasta que llega un momento en que la vida te invita a reflexionar y mirar hacia atrás. Es entonces cuando abres ese cajón de la memoria y te das cuenta de la infinidad de buenos ratos tienes allí almacenados y si en ese cajón tienes la memoria de tu padre, te das cuenta de la infinidad de tesoros que te ha ido dejando y tú, a veces, has ido guardando sin darte realmente cuenta del valor que tenían.

Y es ahora, cuando es mi padre quien falta físicamente, cuando me doy verdaderamente cuenta de ese inmenso tesoro que tengo guardado y que ahora, con la experiencia de los años vividos, me pongo a revisar poco a poco. Disfrutando de cada uno de los recuerdos, de las experiencias, de todo aquello que me inclina a parecerme cada vez más a él, aunque se que es misión imposible. Todos podemos recordar la visión que tenemos durante la infancia de nuestro padre como gigante capaz de todo y que siempre te protegerá, concepto que con los años vamos olvidando, hasta que te das cuenta de nuevo, que allá donde esté cada uno de nuestros padres, siempre serán gigantes y nos estarán protegiendo.

Ojalá mi memoria quede también guardada en algún cajón secreto y que cuando se abra, alguien dibuje una sonrisa en su cara humedecida por las lágrimas.

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