domingo 29 septiembre 2024
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Lengua y Cultura, X: El político antequerano Romero Robledo como escritor

Como el título de mis artículos, en su segunda parte, trata de la Cultura, principalmente la de aquella que está relacionada con Antequera, no está de más, dedicar un artículo a nuestro paisano Francisco Romero Robledo,  gran político y parlamentario del que ya sabemos bastante –yo no me voy a ocupar para nada de su aspecto político, ya que “doctores tiene la Iglesia”– y del que, creo,  se desconoce otra faceta: el de poeta antequerano. 
 
Según Baltasar Peña Hinojosa, Revista “Jábega”, nº 5, año 1974, sus “Documentos y cartas originales nos van a permitir esbozar brevemente una faceta suya poco conocida y nada divulgada, de la que muy pocos tenían noticias: Sus aficiones poéticas y sus afanes juveniles por ocupar “Un lugar en el parnaso” ese gran “parnaso antequerano” que tantos y tan buenos poetas y escritores nos ha dado a lo largo de nuestra historia. 
 
Tarea nada fácil, si se tiene en cuenta que nace en Antequera, ciudad de una gran tradición literaria que arranca de la famosa y cada día más conocida Escuela de Poesía Antequerano-Granadina, pero que, por eso precisamente, nuestra ciudad invita a escribir, aunque no se tengan dotes suficientes para ello, a todos su vecinos e hijos ilustres.
 
Todos en nuestra juventud hemos intentado escribir un verso, un poema,  un cuento, una novela corta y no podía ser que un espíritu tan inquieto, como fue el del político Francisco Romero Robledo quedara relevado de estas aficiones, aunque no sería por estos derroteros por lo que mereciera recordarlo, sino por sus actividades políticas y por sus cargos en el Congreso de los diputados de España.
 
Fallecida su madre Teresa Robledo Checa en 1840, cuando él contaba sólo dos años, su infancia se desenvolvió en la casa de sus abuelos Vicente Robledo y María de los Remedios Checa –gran coincidencia con la niñez de José Antonio Muñoz Rojas que también se educó, al quedarse muy pequeño huérfano de madre, con su abuela materna–, y su mejor amigo, a pesar de la diferencia de edad, fue su tío Vicente Robledo Checa, años más tarde escribano, con gran influencia política en la comarca, quien se constituyó desde su niñez en su mentor y guía, fomentando y hasta costeando sus estudios y proporcionándole su iniciación en la política con un Acta de Diputado, cuando aún no había cumplido los 25 años.
 
Vicente casó muy tarde con María del Socorro de los Ríos y Rubio, separándose a los siete años este matrimonio, no muy bien avenido por “absoluta disparidad de caracteres”, sin haber tenido descendencia. Por ello, no es extraño que el cariño que desde niño sintiera el tío por el sobrino, se afianzara aún más por la soledad de su matrimonio y su posterior separación.
Francisco Romero Robledo demostró siempre unas grandes condiciones intelectuales desde sus primeros estudios y fue un alumno muy aventajado ya desde el Colegio Literario de la Santísima Trinidad de Antequera y después en el Instituto San Antonio de Padua y en las Escuelas Pías de Archidona.
 
A los 15 años marcha a Madrid y se matricula en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Central y desde allí, en su primer año, fielmente acompañado por su tío Vicente, escribe a su abuela en verso lo que sigue: “Mi querida mama: ya he escrito a usted y a papa –no aparece con tildes ni mamá, ni papá–, con el objeto de que permanezca tío Vicente conmigo hasta junio, pero viendo que este insiste, he trabajado para ponerle a usted la siguiente octava para que le escriba usted que se quede aquí y dice (sic):
“Si al salir por vez primera
el tierno pajarillo de su nido,
desamparado de sus padres y sin asilo,
no podría hacer su pena llevadera
y morirá en el sitio sin testigo, 
no quieras tú ese fin funesto
para tu amado y tu querido nieto“.
La carta sigue, contándole lo que estaba haciendo y cómo le iba y termina:
“Me ha ocurrido lo siguiente
¡caramba! de repente.
Por momentos espero
mama del alma mía,
el día aventurero
de la partida mía;
pero una gracia quiero
que me dará alegrías,
una carta a Vicente
en que diga “Detente”.
Cuando su tío se vuelve a casa, le escribe un soneto de resignación:
“Vi con pesar, una esperanza frustrada,
después de tantas cartas repetidas,
en las que España 
–es lo que parece leerse–  
y bien sentida,
pedía la gracia, de mí tan deseada.
Pero la razón por todos respetada
impidió que la gracia pretendida
por mí de corazón, fuera cumplida
dejando mi alma triste y destrozada.
En tu bondad por  España??? confiado
una sencilla cosa pretendía
cuando un papa triste y malhadado
turbó la tranquila calma mía
diciendo que en ciertos casos dados
las Musas atender no la podía”.
En estos poemas se puede observar cómo la intención literaria está fuera de su interés y la despreocupación por la ortografía, principalmente las tildes, brilla por su ausencia.
Nuestro político no abandona su afición a la poesía y el 9 de mayo de 1853 escribió una carta en verso a su tío:
“Caro, Vicente, querido,
para mi dulce contento
tu apreciable he recibido,
en este feliz momento,
en ella veo con placer
que sin ningún padecer
goza salud lisonjera
toda la familia entera.
Yo sigo bueno también
aunque trabajando bien
por llegar a conseguir
en el examen lucir.
Ya no te repetiré
que tus deseos saludables,
para mí tan respetables,
exacto los cumpliré.
di anoche tus expresiones
y mostré tus atenciones
a la de doña mayor
que fina me recibió.
Después que me devolvieron
tus afectos distinguidos,
te dijera, me dijeron,
que de menos habrá sido,
echada tu falta allí,
que se acordaban de ti
y que apreciaban muchísimo
tu recuerdo afectuosísimo.
Desde que mayo empezó,
a mar de la lluvia y el viento,
el cielo hasta este momento
de nubes se despejó.
Fuimos a casa de Díaz,
y aunque nublado ya estaba,
y a llover se preparaba,
entonces aún no llovía.
Pero no hubimos entrado,
cuando a llover empezó,
y a eso de las doce y cuarto
la reunión se concluyó.
A esta hora la función
se acabó, no sin pesar,
de las muchachas donosas
que aún más querían bailar.
pero las mamas severas,
se negaron, de manera,
que el baile lo abandonaron
y a nuestra casa marchamos”.
Posiblemente, de haberla escrito en forma da carta, en prosa, en “Román paladino” como diría el poeta medieval, hubiese ganado mucho y hasta hubiese interesado mucho los datos que ofrece, sobre todo los familiares y meteorológicos.
 
De nuevo, cuando la reina visitó Antequera, le dedicó unas octavas reales:
“¡Qué majestad!… Gloríate Antequera
hoy transformada en corte populosa,
la nieta del Rey santo, su heredera
en ti fija la planta, en ti reposa.
Contémplate feliz… ay…quien pudiera
detenerla en su marcha presurosa
y disfrutar mil años y no un día
el alto honor de hacerle compañía.
Llegó la excelsa reina!… y su alma pía
el grito de emoción lanzado al viento
reboza de placer… Cuanta alegría
le inspiró su feliz recibimiento…
El pueblo entusiasmado se extasia
embriagado en su dulce sentimiento
y arrasados de lágrimas sus ojos
vieron de su lealtad, tiernos despojos”.
Poesía que demuestra ya un avance al no poner mayúsculas al inicio de los versos, aunque sigue despreocupado por la ortografía y la correcta colocación de las tildes, como signos de puntuación más que necesarios para poder leer con rigor y exactitud las palabras.
Me ha parecido curioso e interesante dar a conocer esta faceta de nuestro político, del que tantas y tantas cosas y anécdotas sabemos de su famosa compra de votos, de sus huidas perseguido por sus paisanos que, a punto, estuvieron de darle alcance para, posiblemente pegarle. 
 
En este sentido, un amigo y paisano de Cuevas me contó una historia muy curiosa: Un día, El Vinagritos, un señor de Cuevas que traía vinagre y aguardiente de Cuevas en su carro y luego volvía cargado de paja para venderla a los agricultores de allí, detuvo su carro porque  un señor le rogó que le llevase a Bobadilla para coger el tren y, de paso, le librase de sus perseguidores. Así lo hizo mi paisano y al llegar a la estación, se dio a conocer y le prometió compensarlo.
 
Algunos datos más de nuestro político más famosos, espero haber dado a conocer.
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