Querido lector, vuelvo a la carga con el exceso del uso en nuestro vocabulario de los extranjerismos y el poco favor que hacemos a nuestra lengua con ellos. Desde hace ya algunos años, parece ser que se es más culto cuanto más palabras extranjeras usemos en el habla diaria; y no es así. Es más, bajo mi punto de vista denota un empobrecimiento del lenguaje y eso es algo que no debemos permitir. Una cosa es usar una palabra en otro idioma por no tener una correspondencia en español y otra muy distinta es usar palabras extranjeras cuando tenemos palabras en español que definen el mismo concepto y la mayoría de las veces de una forma mucho más clara y sin rodeos.
Estamos inundados de estos términos en todas las formas de comunicación y lo que es peor, en todos los niveles del habla. Todos debemos reflexionar sobre esto y darnos cuenta que estamos dejando de lado el buen uso de nuestra lengua. Quizá con un ejemplo nos podamos dar cuenta de lo rebuscados que podemos llegar a ser: ¿Os habéis dado cuenta la de veces que estamos oyendo o viendo el término CEO? Pues bien. Este término deriva de las palabras anglosajonas Chief Executive Officero lo que es lo mismo, director ejecutivo. Vamos, lo que toda la vida hemos llamado jefe en este país. Además, y siendo un poco práctico, me suena mucho mejor decir “mi jefe es un pesado” a decir “mi CEO es un poco molesto, enfadoso e impertinente”. Porque seamos serios, por mucho que nos refiramos a un jefe de una multinacional farmacéutica como CEO, no deja de ser jefe. Y que conste que también tenemos entre nosotros CEOS (perdón, jefes) de lo más amables y efectivos.
Nótese también y dicho sea de paso, que si aún así seguimos usando términos extranjeros, por favor úsese la letra cursiva si se usa la escritura digital y el entrecomillado si es un texto a mano. Bueno. Seguro que después de estas líneas conseguiré algún que otro follower y más de un like, además de poder aparecer en un webinar para debatir sobre el tema. Os aseguro que esto no es fake.
Así que por favor, seamos un poco más cuidadosos con nuestra forma de expresarnos y no nos olvidemos nunca que no hay mayor tesoro que nuestra lengua y que es nuestra obligación cuidarla, además de limpiarla, fijarla y darle esplendor.
