El proceder más inteligente para afrontar un incierto futuro consiste en guarecerse en la propia esencia, adaptarla, actualizarla y ofrecerla al mundo. No hay margen de error si uno ofrece aquello por lo que siempre ha sido único.
Nuestra Antequera, la “histórica”, incluso desde el más aséptico y desconocedor análisis urbanístico, no se puede definir sino como un emplazamiento rico en suministros donde surgió la vida urbana gracias a ofrecer a los cruces de caminos un espacio de protección y remanso a las faldas del Torcal. Nuestras calles más medulares –como Estepa o Lucena–, no son sino cristalización urbana de caminos, de vías de comunicación, de distribución de mercancías y cultura.
Antequera sueña, con la que grandeza que a su categoría es acorde, en ser un megaHub, es decir, un emplazamiento de contacto, no entre Estepa y Lucena, sino intercontinental. No para productos de artesanía o producidos en rústica industria, sino para cualquier tipo de mercancía y a través de macroinstalaciones. El megaHub es lo que Antequera ha sido siempre, pero adaptado al siglo XXI. “Plus que ça change, plus c’est la même chose”.
Confieso que ni soporto a la gente que no sueña, ni creo que sea momento para la tibieza: Respetando cada opinión, mi lógico y natural cariño hacia Antequera y hacia esta puesta al día de su más intríseca identidad me hace sentir desprecio intelectual por aquel que, normalmente con espurias razones, no apoyare la grandeza de este sueño de crecer –con todas las múltiples decisiones que aún queden por tomar– siendo más fiel y acorde que nunca a sí mismo.