sábado 23 noviembre 2024
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XIV domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A: Un hombre orante

En medio de estos calores del verano y de esa opción política que todos los españoles realizaremos el domingo 23, Jesús en el evangelio de hoy se nos presenta como un hombre orante dando gracias a Dios Padre e invitándonos a acercarnos a Él.

Jesús nos presenta esos dos estilos de vida de ayer como de hoy, el de los sencillos y el de los sabios y entendidos. La gente sencilla e ignorante, los que no tienen acceso a grandes conocimientos, los que no cuentan en la religión del templo, se está abriendo a Dios con corazón limpio. Están dispuestos a dejarse enseñar por Jesús.

Sin embargo, Jesús señala que los “sabios y entendidos” no entienden nada… Creen saberlo todo. Son aquellos que con su visión cerrada y su corazón endurecido son incapaces de ver a Dios en la realidad de la vida.

Jesús termina su oración pero sigue pensando en la “gente sencilla”. En todos aquellos que tanto ayer como hoy no cuentan, son “descartados”, como señala el Papa Francisco al no ser útiles para esta sociedad consumista del descarte. Niños explotados, mujeres prostituidas, drogadictos, alcohólicos, presos, enfermos, ancianos y marginados. Su vida es dura y no entran para la sociedad del bienestar. A todos estos que muchas veces son pobres de miseria, Jesús les hace tres llamadas.

“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados”. Es la primera llamada. Está dirigida a todos los que sienten la religión como un peso y a los que viven agobiados por normas y doctrinas que les impiden captar la alegría de Dios. Seguro que si hoy se encuentran vitalmente con Jesús, cambian, experimentarán un alivio inmediato: “Yo os aliviaré”. Es la viva experiencia que encuentro como capellán tras las rejas de la cárcel al contemplar como muchos presos alejados de Dios y de la Iglesia, a través de la escucha y la eucaristía, se acercan a Dios.

“Cargad con mi yugo… porque es llevadero y mi carga ligera”. Es la segunda llamada. Hay que cambiar de yugo… Hay que cargar con el de Jesús, que hace la vida más llevadera. No porque Jesús exija menos. Exige lo esencial: el amor que libera y hace vivir”.

“Aprended de mi que soy manso y humilde corazón”. Es la tercera llamada. Hay que aprender a cumplir la ley y vivir la religión con su espíritu. Recordemos que Jesús no “complica” la vida, la hace más simple y humilde. Él ayuda a vivir la vida de una manera más digna y humana. En medio de nuestros problemas, crisis, depresiones, realmente es un “descanso” encontrarse con Jesús.

Quizá hoy ya no estén de moda las virtudes de la humildad y sencillez. Pero en el evangelio observamos como Jesús no tuvo problemas con las gentes sencillas del pueblo. Sabían que le entendían. Aquellos campesinos que vivían defendiéndose del hambre y de los grandes terratenientes, le entendían muy bien: Dios los quería ver felices, sin hambre ni opresores.

Los enfermos se fiaban de él y, animados por su fe, volvían a creer en el Dios de la vida. Las mujeres que se atrevían a salir de su casa para escucharle, intuían que Dios tenía que amar como decía Jesús: con entrañas de madre. La gente sencilla del pueblo sintonizaba con Jesús, era el Dios de carne y hueso que anhelaban.

Finalmente recordemos que hoy hay otro cansancio muy difuso, difícil de precisar. Vivimos cansados de nosotros mismos, hartos de nuestra mediocridad, sin encontrar lo que en el fondo anhela nuestro corazón. Reconozcamos que hay un verdadero descanso que solo se puede encontrar en el misterio de Dios acogido en nuestro corazón y siguiendo los pasos de Jesús.

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