Creo que no podré cumplir las diez reglas del verano que, como diez mandamientos, descubre una revista de moda. Son demasiados.
En primer lugar porque soy alérgica a los encasillamientos y en segundo lugar porque siempre me ha gustado romper las reglas. ¿Esto me convierte en rebelde? Estupendo, he buscado ese título toda mi vida. Rebelde está el medallero olímpico, por no decir mustio. Esperen un momento, ¡una medalla de plata pasada por agua y con vuelo de mariposas y aletas de pez! Se llama Mireia y llora. Sus lágrimas olímpicas, sus sueños, suben al podio vestidos de rojo y amarillo.
Les hablaba de las reglas del verano y de que los políticos no van a tener vacaciones. Pues muy bien. Han rectificado a tiempo. Todo el santo día hablando de dar una buena imagen y ésta era muy mala, para Europa y para todo españolito que se queda sin veraneo y con el agua al cuello.
Verán, acabo de llegar de Lisboa, tengo mi Facebook lleno de fotos de la ciudad. Venía desconectada de todo. Pero nada más llegar a la frontera, cerca de Lepe, empecé a oír: recortes, crisis, y todo el jolgorio en el que andamos metidos. Optimista y especialmente luchadora, me dije, «bueno ahora las Olimpiadas, ¡a disfrutar!» y miren… empezando por mi querido Nadal.
En fin vamos con esos mandamientos. El primero detalla que no se me ocurra usar la crema bronceadora de mi amiga, que yo debo tener la mía propia. Qué razón que tiene, cada uno con sus gastos y no gastando lo de lo demás. El segundo apunta a un plan personalizado de actividades deportivas. Está bien. Me hago un examen de conciencia. Practico yoga, marcho más de media hora cada día, rehabilito mi tobillo y espalda con natación estilo espalda y en los huecos que me quedan, hago un mix de aeróbic y king boxing. Estoy en forma, eso creo.
Sorpresivamente, el único mandamiento que no aparece es el de «disfruta con la lectura». Éste lo escribo yo mientras leo Ena, de Pilar Eyre.
