Caminar por las calles te ofrece la virtud de escuchar lo que el pueblo piensa y dice. Una parada en un semáforo, la espera que te recojan en un sitio, o mirar un escaparate, te llevan a captar el día a día de una ciudad, como es Antequera. No es poner la oreja para chismorrear, sino escuchar a la gente que te para y te expone sus pensamientos para que puedas exponerlos, en nuestro caso, en este periódico.
Si vas andando, tropiezas con las baldosas levantadas, con el badén mal colocado, o notas cómo hay señales verticales inalcanzables para la vista, o que hasta tapan semáforos. Los ciudadanos de a pie, ya no quieren parques comarcales de bomberos, ni hospitales a lo capital, ni parques dolménicos, ni más iglesias, ni más monumentos, ni centros de atletismo fantásticos… Los antequeranos que pagan sus impuestos sin saber cómo, lo que quieren es lo básico para una ciudad.
Precisan que sus hijos tengan pistas polideportivas en los barrios, horarios amplios y flexibles para estudiar en la biblioteca, parques amplios para pasear, caminar y hablar, actividades culturales y de ocio los fines de semana, disfrutar de una ciudad con vida.
Ya no se quiere un superparque de bomberos, lo que piden es un retén en el centro, para cuando haya un incendio, llegue en 5 minutos. No apuestan ya por un Carlos Haya, sino un centro de salud abierto las 24 horas, con urgencias accesibles y una ambulancia que en 5 minutos esté en la puerta de cualquier hogar.
El antequerano quiere iniciativas sencillas: calles limpias, señales efectivas, información a pie de mano, servicios básicos, necesidades de primer orden… Y cuando las cosas mejoren económicamente, ya veremos.
El problema radica que cuando vas en coche, no percibes lo primero que pide una persona, andar y disfrutar de lo más elemental, porque de lujos, ya no puede ni hablar de ellos. Una recomendación muy sana para el organismo, ir a pie, y escuchar al pueblo, al ciudadano anónimo, al que no es personaje público ni tiene una red social. ¿Quién se apunta?