martes 7 mayo 2024
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El embrollo

Que en primavera la sangre altera, no es un dicho, es una realidad que, este año,  estamos sufriendo de manera ponderada debido a los acontecimientos, políticos y sanitarios, que nos están sobrepasando, tanto, a los que tienen las decisiones en sus manos, como a la ciudadanía que asiste, atónita, a los vaivenes que en el tema de la vacunación se están sucediendo y las declaraciones tan confusas por parte de las autoridades competentes.

Es menester detenerse en las explicaciones que dio la ministra de Sanidad, la noche del pasado miércoles, concisas e inconcretas. Se ve que esta señora, por la lejanía u otras razones que no vienen al caso, no es gran conocedora de Azorín, representante del 98 que en los bachilleres de los que tenemos algunos años más que doña Carolina Darias, se hacía imprescindible por la pulcritud del lenguaje. El lenguaje de la ministra fue tan turbio y evasivo, que los que andamos rondando entre los sesenta y sesenta y cinco años, nos acostamos, esa noche, con bastante desazón e inquietud. No solo no aclaró el porqué la decisión de que le sirviéramos de conejillos de indias el primer tramo de los sesentones, sino que además, dejó la puerta abierta por si habría de completar la década entera. Hay que hacer algo con las vacunas Astrazeneca y tantas explicaciones, cada vez, más enrevesadas, han creado un caldo de cultivo que va a traer complicaciones a la hora de administrarlas. 

Pongamos un ejemplo práctico: Una persona, mujer, que parece ser que tiene más papeletas en el tema trombos, de sesenta y cuatro años, con un cáncer de mama a su espaldas, por el que recibió quimio y radio con generosidad, una reciente intervención de un tumor en la parótida, otras dos visitas por causas menores al quirófano, todo ello aderezado con  una circulación que deja mucho que desear. Después de oír a la Ministra, no asoma por la sala de vacunación ni con camisa de fuerza. 

Por fortuna, cada día, hay nuevas opiniones al respecto y algún día me pueda vacunar con más garantía que la que en este momento se me ofrece. Como dice un buen amigo mío, religioso trinitario, si la vida que nos espera es eterna, no hay que tener ninguna bulla para comenzar a disfrutarla.

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