Ruido ensordecedor, el centro comercial a tope. Escaleras, mecanismos que se disparan para bajarte a otra planta, ascensores que trabajan horas extraordinarias en vacaciones, olores en la zona de restauración que invitan a una parada entre compra y compra. Zumo de naranja natural y croissant. Volvíamos con las bolsas llenas de trapitos. Unas camisetas de deporte y unas deportivas llenaban la mía, ah, y un conjunto playero para mi nieta Claudia. En fin lo normal en vacaciones.
Al pasar por los aseos me topé con dos chicas que muy calladas esperaban en la puerta. Sonreí. De repente, sin previo aviso la chica que vestía completamente de negro me preguntó: ¿dónde estamos? Me quedé un tanto sorprendida y dije, que el centro comercial… “Sí eso ya lo se”, pero ¿qué pueblo es este? Como la imaginación, al menos la mía, da para mucho, deduje que se había perdido y no tenía reseñas de Google. Estamos en Vélez- Málaga, le aclaré, porque ella me lo pidió, y a unos 40 minutos de Málaga, y entonces sólo en aquel momento, surgió la verdadera razón de su pregunta.
Era componente de una banda e iba a tocar para la cofradía de los Viñeros. Sin mediar cuestiones la chica me contó que estaban muy cansados yendo de un pueblo a otro en Semana Santa. Yo la entendí. ¿Qué instrumento tocas? La tuba. ¡Uff! Pesa, le dije, la chica de la tuba asintió. Entonces ¿tocas la tuba Gimli de Júpiter, que lleva este nombre por el enano fortachón y gruñón del señor de los anillos? No conocía la historia. No importa, le comenté, tal vez te conviertas en un Øystein Baadsvik, es el único virtuoso de la tuba a nivel mundial que se conoce. Ella se rió.
Después de desearles que lo pasaran muy bien y disfrutaran de Málaga, le añadí que la cofradía de los Viñeros se fundó en 1615, es una cofradía muy amiga, muy leal con los suyos y los que viene de fuera, recuerdo como me acogieron en un momento determinado de mi vida y eso que no toco la tuba. Ellas volvieron a reír y nos despedimos con buenos deseos y alegría. Encuentros curiosos.
