Ya estamos cerca de terminar el curso. Ésta puede ser una época de planes y disfrute en familia, pareja o con amigos o por el contrario el inicio de una etapa de preocupación en relación a las salidas que pueden realizar nuestros hijos. Ya tenemos la experiencia de la feria y de otras fechas en las que se pueden ir experimentando los sinsabores de los horarios, los amigos con los que se sale, los sitios, e incluso la indumentaria, por nombrar algunos de los focos de discusión aunque hay muchos más.
Cuando pasamos la adolescencia y la juventud parece que olvidamos que la naturaleza misma de esas edades es la búsqueda de la propia identidad y la identificación con el grupo de iguales. Los amigos son imprescindibles en el desarrollo de los jóvenes y por supuesto un pilar importante en la vida a cualquier edad. Ellos querrán salir, experimentar y conocer, y forma parte de lo lógico y adecuado. Mientras que a los padres no nos faltan motivos de preocupación ante sus salidas, lo cual es también lógico y comprensible. Pero no podemos frustrar y lastrar con nuestros miedos lo que ellos deben vivir por sí mismos.
Cuando salgan por la puerta no sólo deben llevar el móvil y el dinerito para algún gasto, también deben llevar conciencia de que se tienen que divertir y la responsabilidad que ello conlleva. Una educación de acompañamiento en su desarrollo implica una adecuada comunicación a la hora de establecer horarios, actividades, y sobre todo estimular en ellos el pensamiento crítico y la capacidad de decir que no ante la presión que pueda ejercer el grupo.
Prevenir comportamientos inadecuados en estas salidas pasa por la valoración y refuerzo de los adecuados, la negociación de determinados factores como horarios o paga, el fomento de espacios de comunicación con la escucha abierta y libre de juicios cuando están dispuestos a hablarnos de cómo se sienten y acompañarlos a que ellos resuelvan sus propios problemas. Aunque cueste dejarles volar es la forma en la que van a crecer.
