En un mundo dominado por las redes sociales y la hiperconectividad, desconectarse se ha convertido en un acto de rebeldía saludable. Cada vez más jóvenes están abrazando el JOMO —Joy of Missing Out—, o en español, “la alegría de perderse cosas”.
Frente al tradicional FOMO (Fear of Missing Out), que empuja a estar siempre conectado para no perder ninguna experiencia social, el JOMO propone todo lo contrario: disfrutar plenamente de estar desconectado, decir “no” sin culpa y priorizar el autocuidado.
Esta tendencia no trata de aislarse del mundo, sino de reconectar con uno mismo. Se basa en entender que no es necesario estar en todos los planes ni seguir cada tendencia para ser feliz. En cambio, el JOMO invita a elegir conscientemente actividades que aporten bienestar real, como leer un libro, pasear, ver una serie, mirar las nubes, practicar deporte… o simplemente descansar, sin estar pendientes del teléfono.
Los expertos en salud mental destacan los beneficios de adoptar esta filosofía: reducción del estrés, mejora del sueño, mayor concentración y una relación más sana con la tecnología. En un contexto donde la ansiedad y la fatiga digital afectan a millones de jóvenes, el JOMO aparece como un refugio necesario.
Además, abrazar el JOMO puede fortalecer la autoestima. Al no depender de la validación externa —likes, comentarios o invitaciones—, ni estar en las redes para compararnos con otros (muchas veces en términos de inferioridad), se fomenta una identidad más sólida y auténtica.
¿Cómo empezar a practicarlo? Algunos pasos sencillos incluyen establecer horarios sin pantallas, priorizar planes que realmente ilusionen (en lugar de aceptar invitaciones por compromiso) y permitirse momentos de “nada”, sin remordimientos.
La revolución no siempre es ruidosa. A veces, la verdadera revolución es aprender a quedarse en casa un sábado por la noche, haciendo lo que uno desea en vez de lo que se espera de uno, en paz contigo mismo mientras afuera el mundo sigue girando. Y tan a gusto.
