martes 23 abril 2024
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Comentario al Evangelio de la semana XVIII del Tiempo Ordinario, domingo 3 de agosto

El texto evangélico de hoy es uno de los más bellos que podemos escuchar. Siempre me ha llamado la atención este evangelio, pero en los momentos en que vivimos se hace más real y auténtico. Nos cuenta un milagro donde Jesús actúa como hacedor de comida, no como cocinero sino como creador y los discípulos se encargan de repartirlo a los demás comensales. Algo parecido es la Iglesia que reparte lo que el Señor le da constantemente. Cristiano es aquella persona que es capaz de recibir de Dios con generosidad, con alegría, con entusiasmo, para luego dar y repartir a otros. 

El Reino de Dios necesita personas por medio de las cuales pueda obrar y hablar. Jesús sabe bien esto y nos deja para que sigamos perpetuando ese milagro a la Eucaristía. Ir a  misa necesita de cada una de las personas que se acercan algunas actitudes interiores y espirituales: Tenemos que ir a la Eucaristía: Con ganas de ser alimentados por Dios. Con sincero deseo de compartir con los demás. En la Eucaristía no comemos en platos aparte, todos participamos del banquete de la palabra, del pan y del vino. Dejarse alimentar por la experiencia de Cristo resucitado. La cena eucarística es una invitación permanente a reponer las fuerzas espirituales debilitadas por el cansancio de la vida.
 
¿Cuáles son las actitudes que llevo a la Eucaristía?, ¿Por qué hay personas que dicen que la misa no me dice nada…? Hay personas que ven los milagros como algo del pasado, algo que sucedió y que ya no sucede más… Esta es una forma burda de entender los milagros. Las acciones que Jesús hizo no son acontecimientos aislados en la Historia, sino demostraciones del poder de Cristo que está siempre y para siempre activo. Los milagros se siguen realizando también en nuestro tiempo.  Otro aspecto que descubrimos en  el evangelio de esta semana es la compasión que Jesús siente por la multitud, y que no sólo se conformó con compadecerse sino que vino en su ayuda curando a los enfermos y dándoles de comer. ¿Cuál es la diferencia entre ayudar a alguien necesitado porque me da pena… a ayudarle por compasión y justicia… ¿Qué decir de las personas que son víctimas del hambre en el mundo mientras nosotros derrochamos…? ¿Es justo?
 
Los discípulos le dicen que despida a la multitud. Jesús se niega. El Señor siempre mostró hacia las multitudes mayor ternura que sus discípulos. Cuando el Evangelio dice que Jesús se compadeció de la multitud, usa un verbo griego que literalmente significa: “se le enternecieron las entrañas”. ¿Tengo yo misericordia con los que me rodean, con mi familia, amigos, compañeros de trabajo, vecinos, comunidad…? Si Dios es misericordioso y se compadece de nosotros ¿por qué hay mal en el mundo?, tengo yo entrañas de misericordia conmigo mismo y con los demás?
 
Se nos habla de cinco mil personas que quedaron saciadas en ese encuentro con el Señor. ¿Cuántos de aquellos le siguieron después como discípulos? Esta es una de las dimensiones de la existencia del ser humano. Muchas veces nos acercamos a Dios para saciarnos, pero no para seguirle. El Evangelio no se extiende por la cantidad de oyentes, sino por el número de personas sinceramente convertidas a Él. Sin embargo, Cristo da a comer a todos, a pesar de que habían de ser muy pocos los que le habían de seguir. Los que son alimentados por Cristo siempre quedan satisfechos.
 
padre carmelita Antonio Jiménez López 
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