domingo 13 octubre 2024
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Reflexión del domingo 15 de septiembre: Domingo 24 del Tiempo Ordinario

Queridos hermanos: La presencia del Señor interpela a todas las personas que se encuentra en el camino de la vida. El maestro de Nazaret es una figura, según los evangelios, que no deja indiferente a nadie. Cuando le hace a sus discípulos la pregunta sobre “¿quién dice la gente que soy yo?”, estos responden de una manera muy positiva, pues la gente comenta que es un hombre de Dios, que parece que han vuelto a la vida alguno de los grandes profetas del pueblo de Israel.

O ese decir que es Juan Bautista o alguno de los antiguos profetas, es señalar que ese maestro es distinto, que enseña con autoridad, y que esa autoridad tan radical solo le puede venir directamente de Dios.

Cuando Jesús da un paso más, ya no pregunta por lo que dice la gente sino por lo que ellos piensan. Ahí vemos de nuevo a Pedro erigiéndose en”portavoz” de los Doce, de los apóstoles. Su respuesta, “Tú eres el Mesías”va mucho más allá de una mera afirmación, es una verdadera confesión de fe en Jesucristo.

El Mesías, el Esperado de Dios, marcaba la plenitud de los tiempos, el momento en que el buen padre Dios iba a restaurar la gloria de su pueblo. El hijo de David, otro de los títulos que acompañaba al Mesías, tenía entre sus tareas recomponer a su pueblo, liberarlo de la esclavitud de los romanos, y abrir un nuevo tiempo, el tiempo de Dios.

Sin embargo, una vez más, los tiempos y las acciones de Dios no son los nuestros, o al menos no son los tiempos del grupo de los discípulos. Jesús parece enfadarse porque la figura de la que habla Pedro es un caudillo, es un jefe militar, mientras que él ha venido al mundo como Príncipe de la paz. De ahí que reprenda a Pedro, que le diga que se aparte de él, que no lo tiente, pues su planteamiento, como buen judío está muy lejos del proyecto que Dios tenía para la redención del mundo.

Y por si quedaba alguna duda, termina este relato del Evangelio con una invitación al seguimiento: “el que quiera venirse conmigo, que tome su Cruz y me siga”. El Señor viene a ofrecer a su pueblo y a todos los que creemos en él una realidad nueva, el Reino de Dios. Pero para vivirla plenamente necesitamos de la fe, necesitamos vivir enamorados de Él.
Solo quien ha descubierto en su vida a Cristo puede apostar todo “a ganador”. Seguramente el camino no será el que uno piensa, sobre todo si es realmente el camino de Dios.

Porque esa una de las tentaciones que vivimos los creyentes, querer que Dios pase por nuestros esquemas humanos, queremos tener un Dios a nuestra medida. Y es justo al contrario, pues Dios siempre es más, siempre es una continua sorpresa de amor.
Por ello, para responder de verdad a la pregunta que Jesús nos deja hoy en el Evangelio, no sirven las“recetas”, las respuestas aprendidas, ni siquiera nuestro recuerdo del catecismo de nuestra infancia.

Para responder a ese quién decís vosotros que soy yo, debemos buscar en nuestro corazón para ver que el Señor es quien lo ha llenado, que es él quien da sentido a nuestra vida. Si es así podremos decir que el Señor es nuestro Salvador, nuestro compañero de camino, o nuestra luz en los momentos de oscuridad.

Ahora que comienza el nuevo curso escolar, que buen deseo, que inmejorable objetivo a trabajar, el ser capaces de darle al Señor el lugar que se merece en nuestra vida y en la vida de los nuestros. Con ese deseo disfrutemos del día del Señor.

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