jueves 3 octubre 2024
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Justas en Antequera del año 1608

Acabamos de celebrar el primer centenario del semanario “El Sol de Antequera”, con brillantez y mucho éxito, y en uno de los actos se han entregado los premios de los varios certámenes literarios que se han convocado expresamente para esta efemérides. 

 

Conviene recordar que Antequera siempre tuvo una gran tradición en esto de convocar certámenes literarios, que se llamaron Justas Literarias, y que, pese a su gran tradición, dejaron de celebrarse. Por eso me alegro mucho de que los certámenes literarios convocados para celebrar el centenario del “El Sol de Antequera”, vayan a seguir siendo convocados en años siguientes. Así se recuperará esta tradición de siglos pasados en nuestra Antequera.

 

En este año, se cumplen 410 años de estas famosas Justas Literarias que suscitaron mucho interés y polémica y que transcribo para conocimiento de todos:“Fiestas que se celebraron en Antequera en honor de la “Virgen de Monteagudo” en 1608, cantadas por tres poetas antequeranos: Agustín de Tejada y Páez, Luis Martín de la Plaza y Pedro Espinosa.

 

Como introducción, tendré que decir que en el/los Siglo/s de Oro, el pueblo, cada vez más concentrado en las ciudades, reclama su derecho a una literatura acorde con su capacidad intelectual, que llene su tiempo de ocio, además del teatro y los toros, y para ello nacen las “Justas o certámenes poéticos”. La primera que se celebra tiene lugar en Sevilla, en honor de san Juan Bautista en 1532 y rápidamente, se extienden por toda Andalucía.

 

De este ambiente cultural participa y con muy notable presencia la Villa de Antequera. En efecto, tras la conquista por el Infante don Fernando, Antequera va a tener un gran esplendor. Posiblemente la Villa tendría unos 5.000 habitantes, superando con creces la media de las ciudades españolas que tenía por media unos 500 habitantes. Antequera, como sitio fronterizo entre los reinos cristianos y musulmanes se había dedicado al comercio con ambos y eso le había hecho adquirir una prosperidad económica que apoya y potencia el florecimiento cultural.

La Cátedra de Gramática Latina

En 1504 se crea la Cátedra de Gramática Latina y en ella impartirán clases los maestros Juan Aguilar, Juan de Vilches y Juan de Mora, entre otros muchos. Antequera no llega a tener Universidad –sólo existían las Universidades de Sevilla, Granada, Osuna y Baeza–, pero a finales del siglo XVI cuenta con el mayor porcentaje de intelectuales y poetas por habitantes de toda España.

 

La bonanza de España en esta época se manifiesta en la Literatura: Los poetas se sienten orgullosos de ser españoles por donde quieran que van. La exaltación a la patria y a sus hazañas bélicas, especialmente la Batalla de Lepanto, en multitud de composiciones poéticas lo demuestran. La mujer, siguiendo los cánones de Petrarca, se convierte en musa o en diosa; la naturaleza es bucólica. Todo es bello e ideal.

 

Las cosas cambian a comienzos del siglo XVII en el que la población desciende debido a la emigración a América y a las epidemias y a las derrotas y pérdidas de posesiones en Europa. Pese a todo, Antequera se ve favorecida al ser punto vital del comercio y hasta del contrabando en la línea que unía Cádiz y Granada.

 

La literatura refleja esta situación: La realidad deja de verse envuelta en un velo de idealismo para descender a lo cotidiano; la mujer pierde sus atributos de diosa para pasar a  ser criticada por sus defectos e igualmente el poeta no intenta ocultar los suyos como lo hace el rondeño Vicente Espinel. Ya no se canta a la patria, ahora interesan los temas locales, como la Villa de Carmona en Rodrigo Caro o el traslado de la Virgen de Monteagudo de Flandes a Antequera. Aparece una literatura más reflexiva en la que los temas del tiempo que todo lo destruye, las ruinas… se ponen de moda, ensalzando la vida sencilla y retirada que propugnaba Horacio.

 

En estos momentos surge la Escuela Antequerana, la llamada Antequerano-Granadina, con Agustín de Tejada y Páez, su fundador, su líder, Pedro de Espinosa, y una pléyade de escritores como Luis Martín de la Plaza, Cristobalina Fernández de Alarcón, Rodrigo Carvajal y Robles, Pedro Rodríguez Ardila, Juan de Arjona, Pedro Soto de Rojas, Francisco Trillo y Figueroa…Se Publican las “Flores de poetas ilustres de España” de Pedro de Espinosa, el “Cancionero antequerano” de Ignacio de Toledo y Godoy y Antequera adquiere un gran relieve literario.

La llegada de la Virgen de Monteagudo

Pero lo que nos interesa hoy es un tema que está relacionado con lo dicho anteriormente y con las actividades propugnadas por el Concilio de Trento para favorecer la llamada Contrarreforma: La llegada a Antequera de la imagen de la Virgen de Monteagudo, procedente de Flandes, en 1608.

 

Según nos cuenta Rodríguez Marín, cuando la infanta Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II, y su esposo, el archiduque Alberto, se establecieron en el  ducado de Bravante, al serles concedida tras su boda la soberanía de los Países Bajos en 1598, conocieron la existencia de un pequeño santuario cerca de la ciudad de Siquem, donde se veneraba la imagen de la Virgen de Aspricollis, que pendía de un roble centenario que había en un encinar.

 

A esta virgen se le llamaba así por la aspereza del terreno en el que se asentaba la capilla –de ahí su traducción literal de Monntaigu en francés o Monteagudo en español– a la que se le atribuían multitud de milagros.Parece ser que la infanta citada fue a visitar a la Virgen de Monteagudo para pedirle que se rindiese la ciudad de Ostende –inmortalizada en el cuadro de Velazquez “La rendición de Breda”–, hecho que se consiguió en el año 1604.

 

Desde entonces los archiduques decidieron construir un templo en el mismo lugar y lo solían visitar cada año. La propia infanta se convirtió en difusora del culto a la Virgen de Monteagudo repartiendo por toda Europa reliquias, consistentes en réplicas de la imagen o simplemente fragmentos de madera de las encinas de su bosque.

 

La situación política de Flandes no era muy favorable a las manifestaciones marianas ya que las tendencias independentistas de los Países Bajos se agudizaron cuando Felipe II ordenó el cumplimiento de los decretos surgidos del Concilio de Trento. Los calvinistas se opusieron y comenzaron una serie de revueltas e insurrecciones entre 1566 y 1580 apoyadas por las potencias de Francia e Inglaterra que culminaron con la independencia de los Países Bajos por los tratados de Utrecht y Rastadt en 1713 y 1714.

 

Felipe II cedió a su hija la soberanía para solucionar el conflicto, cosa que no ocurrió.En una de estas revueltas, la imagen de Monteagudo fue destruida por los herejes, pero según Dámaso Alonso y Rafael Ferreres la infanta y su esposo encontraron una copia de la Virgen hecha en 1587. Incendiado el templo, para evitar que la imagen fuera destruida por segunda vez, la infanta hurtó sagradamente la imagen que, junto a unas reliquias, fue traída a España por su dama, la madre Magdalena de San Jerónimo y colocada en la capilla mayor del Convento de Agustinas de Madre de Dios de Antequera.

 

Esto ocurrió el 18 de octubre de 1608. Las reliquias se colocaron en nichos situados a los lados del altar mayor.Según José Antonio Muñoz Rojas, el 12 de septiembre de 1608 entró en el cabildo de la ciudad la Madre Magdalena de San Jerónimo y dijo a la ciudad que “…había traído a esta dicha ciudad la imagen de Nuestra Señora de Monteagudo, muy insigne y celebrada en aquellos Estados de Flandes, por los muchos y grandes milagros que Nuestro Señor por su intercesión hace; la cual en cierto despojo que se hizo contra los enemigos de nuestra fe, en cuyo poder estaba, la hubo la serenísima Infanta…”.Para solemnizar este acontecimiento, la ciudad acordó el 21 de noviembre de 1608: “Que se haga fiesta a Nuestra Señora de Monteagudo en la Iglesia de Madre de Dios y concurra la ciudad a ella por ciudad, y se pongan asientos y los porteros llamen; y Martín de Rojas Padilla, a quien nombra por Comisario, convide quien predique y el señor Corregidor y el señor Martín de Rojas visiten al Señor Obispo, suplicándole se halle en ella”.Se organizan unas grandiosas fiestas, que duraron ocho días,  y que constaron de procesión –a la que asistió el obispo Juan Alonso de Moscoso, el corregidor Diego de Castillo Carvajal y demás autoridades–, se convocaron unas justas literarias –cuyo juez fue el caballero don Martín de Rojas Padilla– y se leyó un panegírico escrito en latín por el maestro Juan de Aguilar  el día 28 de noviembre de 1608.Por qué fue traída la imagen a Antequera no se sabe exactamente, pero se puede suponer que la madre Magdalena o era de Antequera o pertenecía a la congregación de agustinas de esta ciudad o ambas cosas a la vez. Sólo se sabe que la imagen fue destruida  en el incendio que asoló el convento en el año 1745.

 

Las Justas Literarias por la Virgen de Monteagudo

En las Justas Literarias  convocadas por tal motivo participaron algunos poetas de la Escuela Antequerano-Granadina. Así el ganador, Luis Martín de la Plaza concursó con varios sonetos, los que figuran el Cancionero Antequerano con los números 26, 27, 28, 29 , 30 y 31, páginas 24-28  y que comienzan con los versos:

“Famoso Monteagudo, cuya espalda… (I.91).Oro de Tíbar vierte en vezde arena…(I.92 y 285).Cubriendo el monte y anegando el llano…(I.94).Virgen divina, tu favor invoca…(I.95).En el naufragio de mayortormenta…(I.94)”.

Pero el poema que ganó fue una canción de este poeta, Luis Martín de la Plaza que la tituló así:
EN LA JUSTA LITERARIA DE NUESTRA SEÑORA DE MONTEAGUDO. CANCIÓN AL REY DON FELIPE III Y DOÑA MARGARITA, REINA DE ESPAÑA, Y A LA SERENÍSIMA INFANTA DOÑA ISABEL  CLARA EUGENIA, CONDESA DE FLANDES, Y A D. DIEGO DEL CASTILLO, CORREGIDOR DE ANTEQUERA, QUE FUERON LOS SUJETOS DEL NOVENO CERTAMEN. TUVO PRIMERO PREMIO, AÑO DE 1608. DE LUIS MARTÍN.

La canción consta de 312 versos, se publicó en el Cancionero Antequerano con el número 266, páginas 357-373, y en ella el autor hace un recorrido literario imitando a Horacio, la fábula de Eco y Narciso, alude a Don Fernando el de Antequera, a Fernando el Católico, elogia al  río Albis (Elba) y diversos parajes mitológicos para pasar a relatar el hecho de la traída de la Virgen a Antequera y  de las personas que lo hicieron posible. (Al ser muy extensa la composición, invito a los lectores que la lean en el Cancionero Antequerano).

 

Sin embargo, otro de los participantes fue Agustín de Tejada y Páez que también presentó otra canción a “Nuestra Señora de Monteagudo” que consta de 837 versos y que a mi parecer, aunque siga bastante de cerca la canción ganadora, es mejor que ella, también lo cree así mi compañera y amiga María Lourdes Íñiguez Barrena, porque representa mejor los valores de la Escuela Antequerano-Granadina.

 

Pero no todos los antequeranos estaban de acuerdo con estas fiestas y no todos aceptaron el hecho de igual manera. Pedro Espinosa tuvo que escribir  un poema bastante irónico y en el que trataba no de muy buena manera a los antequeranos y que lo tituló: 
ROMANCILLO AL VULGO DE ANTEQUERA EXPLICÁNDOLE LA PRESENCIA  DE NUESTRA SEÑORA DE MONTEAGUDO.

Vulgo de mil cabezas, justamente te espantasde ver en Antequera la dama de la Infanta. Codicioso preguntas, malicioso reparas, inconstante en las obras,novel en las palabras.
Con llave de oro puro abriré a tu ignorancialas bien cerradas puertas, con desiguales guardas.Donde el Norte espacioso prende en cristal las aguas y el Orión valiente cala yelmo de escarcha.

Entre desnudos juncos, corre el flamenco Escalda, cinta de Monteagudo, guarnición de sus faldas.aquí un dórico templo altas puntas levanta, tropiezo de los bueyes de la luna de plata.

En éste venció el fuego al oro con la llama, con la luz al piropo, y con el humo al ámbar.Aquí, honradas de dones, las virginales aras mostraron que ha quedado piedad en Alemaña.Cuantos en corvas naves los fríos mares rasgan, libres de la tormenta vieron esta montaña.

A ti, gloriosa Virgen, cortésmente serrana, cumplieron nobles votos, cantaron alabanzas.De naves y cadenas, de cera rubia y blanca, dio el agradecimiento cortinas a su alcázar.
En tanto el belga hereje, para abrasar su casa, hería el pedernal, que es cárcel de las llamas,cuanto, atenta a sus golpes la pasó de España, la nobleza en la sangre, la piedad en el alma,hurtó sagradamente de un árbol la manzana que sanó a todo el mundoy aquel de Adán restaura.

Cubierto de una nube puso el sol en su patria, do el que nace en Oriente dentro del mar descansa.Es la Reina, que viene con su gente de guardia, de la casa del campoa morar a su casa.

Recíbela la gente contenta, si admirada, quemando sacro incienso,blandiendo tiernas palmas.En honra de los vientos, versos los cisnes cantan, de vanidad devota ostentaciones sanctas.Mas hurtaos, versos míos, a los saraos y danzas, y honrad la que a la Virgen, cual Joseph, acompaña.Y aquel que dignamente viste la cruz de grana, que ilustre solicita gloriosas alabanzas.

Mas a tan alto vuelo no se atreven mis alas, si ya mi monumento no pretendo en las aguas.Ves aquí, vulgo necio, el dibujo en estampas; que para tu torpeza torpes rasguños bastan.

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