La telefonía y las funerarias tienen muchos puntos en común, el principal de ellos es que siempre tienen clientela en aumento, y, otro muy a tener en cuenta la formación de sus comerciales para convencer al cliente de sus servicios. Y el tema más peliagudo y desconcertante: los precios. Según cada compañía, los suyos son los más baratos y de mejores prestaciones y siempre te ves en la necesidad de que esa palabrería telefónica te la envíen en papel para poder leer con tranquilidad tantas posibles ventajas por si resulta ser la elegida. Porque ya se sabe que lo que no está escrito se presta a la interpretación partidista y sesgada de los vendedores.
En las funerarias la gama es tan amplia que un servicio medio oscila de precio más que el péndulo de un reloj, y ahí viene la duda para los familiares del difunto. ¿Será la caja la adecuada? ¿aguantará todo el trayecto? ¿llevará el coche fúnebre gasolina suficiente? ¿tendremos que ir con el muerto en brazos para llegar a tiempo del acto religioso y posterior entierro? Preguntas que parecen de humor negro, pero que surgen de manera espontánea cuando ves esas diferencias en los dineros. Y tengo que decir, en honor a la verdad, que hago uso de un ‘slogan’ publicitario que nos enseñó a comprar hace algunos años “busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo”.
Y es la única manera de pagar lo justo, al menos; lo menos caro, y he de decir, porque he tenido que hacer uso reciente, que la información es una fuente de ahorro y si además te personas en la oficina correspondiente y exiges la anotación de todas y cada una de las pequeñeces que le acompañan, el cierre del trato está garantizado y el precio ajustado. Hay muchos formales que hacen bien su trabajo y se esmeran por atender debidamente y no llaman a la hora de la siesta para decirte que has sido afortunado. ¿No será por tener que aguantar la voz al otro lado del hilo telefónico?
