viernes 22 noviembre 2024
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Ovación, orejas y rabo para la obra “Tanto monta, monta tanto”

Si siempre viene bien una dosis de humor, más hacía falta tras los veinte meses sin obras de comedia en la ciudad. No pudo ser esta vez en el Teatro Torcal, que está a la espera del inicio de su reforma; lo fue en una carpa que se ha montado en el interior de la Plaza de Toros para ofrecer actividades en la ciudad los meses de frío. 

El antequerano Javier Vallespín regresaba a su tierra con su compañero de escenario, Manolo Medina, con quien desde 2013 hacen sonreír juntos al público. Para esta ocasión, sumaron al cartel a Rafael Estades “El Morta”, que redondeó la puesta en escena de una nueva obra que no paró de sacar la sonrisa a los presentes que llenaron el interior de la carpa.

En la fría noche del sábado 6, con algún despiste para buscar el lugar de acceso al recinto, que se hacía por el Patio de Caballos.; allí se indicaba el pasillo que llevaba a la carpa, montada en el interior. Al entrar, llamaba la atención lo bien que estaba y los orificios de aire caliente, siendo cómoda al estar en su interior, con aislamiento en el suelo para evitar el frío del lugar.

A las 20,35 horas, se invitaba a tomar asiento, apagar sonido de móviles, tomar las fotografías que quisieran y compartirlas para decir lo bien que estaba la obra. Se rogaba no compartir vídeos.

Con música medieval de fondo, salía a escena Rafael Estades “El Morta” representando su primer papel. Un juglar que explicaba la historia de Isabel y Fernando, de su “tanto monta, monta tanto” y de su hija “Juana la Loca”.

Se encendía el escenario y salían a escenas los monarcas Isabel y Fernando, representados por Manolo Medina y Javier Vallespín. Tras una fuerte ovación, las primeras carcajadas para un rey que al sentarse, no conseguía poner los pies en el suelo. Todo lo contrario que su interpretación, de nuevo más y mejor que en la anterior obra.

Isabel (Manolo Medina) llamaba la atención porque tras 20 años de llevar delantal y abanico, supo ponerse dentro de un traje de reina y se sintió como ella, dejándose seducir por su abanico y maneras. Con sus movimientos de cabeza y manos, llamó el interés del espectador, que demandaba su gracia, frases y palabras que hacían levantar la sonrisa de los presentes.

Fernando “El Católico” (Javier Vallespín), lo volvió a hacer. Los centímetros que le faltaban para llegar al suelo desde su sillón, le sobraron para llegar a la altura de ser un gran actor, lo que es. Fue el nexo de unión entre la gracia sin límite de Medina y el don de cambiar de Cristóbal Colón a Juana la loca de “El Morta”. 

Un amigo espectador nos lo definía a la perfección: “Es camaleónico, da registro a tres veces: el juglar, Juana y Cristóbal Colón. ¡Y eso que no le dio por coger la guitarra y ponerse a cantar!”.

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Viajar por la Historia a través del tiempo

Ya nos lo adelantaron antes de la obra. “Desde la época medieval al mundo moderno” porque a pesar del título y los personajes: “Vamos a contar la Historia como nos dé la gana”. 

El escenario en penumbra o el “Alexa quita y pone la música”, fueron los hilos conductores para ir de escena a escena o pasar de una época a otra. Los tres supieron contar el día a día del matrimonio de Isabel y Fernando con la preocupación por la locura de su hija Juana y la aventura de Cristóbal Colón.

Supieron relacionar la época de los monarcas de entonces y los de hoy, citando a desde Corina a la forma de hablar de Juan Carlos I a unos idealizados Isabel y Fernando. Manolo y Javier conectaron como nunca y el público lo reconoció.

Y entre los problemas de Juana, el viaje de Cristóbal y el futuro de España, sacaron a relucir situaciones de Isabel Pantoja, Belén Esteban y cómo no, de temas locales. Desde la llegada de un paquete por el mensajero de Chronoexpres de “Er Juani”, a las tapas del Juanchi o la amabilidad de la Academia Papelería París.

Tras bailar y cantar y viajar entre el nuevo mundo y España, con los problemas del confinamiento perimetral al pasar de un océano a otro,  pidieron ponerse en pie y hablar de política. Isabel expuso: “Yo como soy católica y me gusta la religión, el color azul del cielo para Manolo Barón”. Imaginen al público. “El Morta” como Colón habló del “color naranja fuego, y para que todo el mundo me escuche, se lo doy con cariño a mi buen amigo Puche”. Y terminó Javi con: “Para que acabe el cuento y aquí acabe la discusión, el color rojo sangriento para Kico Calderón”.

Fueron dos horas que pasaron en un abrir y cerrar la boca por las carcajadas que no pararon de producir en los presentes a la carpa cultural. Se abrió la Puerta Grande para un cuadrilla del arte, del humor, de la comedia, donde realizan el más complicado trabajo de un artista: hacer reír. Y de nuevo, como siempre, lo consiguieron aquí en Antequera, donde consiguieron viajar al nuevo mundo de 1492.

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