En medio de este violento clima de guerras, muertes de niños inocentes, corrupción de políticos, agricultores, ganaderos y pescadores que luchan por lo que es justo: vivir dignamente de la tierra y del mar, hoy Jesús nos invita a dejarnos guiar por el Espíritu: Él no nos dejará caer en la tentación.
Con la celebración del Miércoles de Ceniza entramos en la Cuaresma. En este tiempo la Iglesia nos invita a renovar nuestra vida cristiana. Necesitamos un esfuerzo de despojo e interiorización para escuchar mejor la Palabra y para seguir más de cerca a Jesucristo.
Nos encontramos en el primer domingo de Cuaresma y contemplamos al Señor conducido por impulso del Espíritu Santo hacia el desierto, para orar y ayunar allí durante 40 días.
Este episodio evangélico nos enseña que es Jesús, y no el demonio, quien toma la iniciativa en la lucha entre el bien y el mal. Jesús se adelanta, con un tiempo de intensa oración y ayuno. Y en ese marco de esfuerzo y santidad de vida es al que el demonio se ve abocado a acudir; un marco adverso para él y no al revés.
Es de admirar este protagonismo del Espíritu en las tentaciones de Jesús en el desierto. Tomó posesión Jesús y lo lleva y lo trae y lo empuja. Parece como si Jesús pusiera alguna resistencia. Recordemos que Jesús está en el desierto que es lugar de prueba, pero también de amor; es austeridad, pero también oración; es soledad, pero también comunión.
Ante los desiertos y tentaciones de nuestra vida es la hora de dirigirnos al Espíritu Santo: “Espíritu Santo, empújanos cuando tenemos miedo, cuando ponemos resistencia. Empújanos al desierto, empújanos al despojo y la oración, empújanos a los pobres y a los que sufren. Y danos la fuerza para superar la tentación”.
