sábado 18 mayo 2024
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La repostería casera en Semana Santa

En un tiempo en que la lucha por comer sano, por evitar alimentos con largas listas de aditivos, confusas y de diminutas letras que desafían la longitud de nuestros brazos, puesto que la presbicia… es prácticamente inevitable. En lo tocante a la repostería y tradiciones de Semana Santa, cuando tenemos en esos días algo más de tiempo libre, bueno es que dediquemos un poco del mismo, a fabricarnos nuestro propio postre, a la vez que recuperamos y o hacemos, que no se pierdan las tradiciones y antiquísimas recetas.
 
Pestiños, torrijas, rosquillos de minuto (mi madre me explicó la receta, pero se tarda más de un minuto en hacerlos…) buñuelos, estos son más sencillos, o simplemente unas calentitas gachas de harina con picatostes de pan frito y miel de caña (de la Virgen del Carmen). En todos ellos cómo no, está presente la harina.
 
La harina, parece ser la responsable o la que va a influir en muchas ocasiones, o en la que descargaremos nuestras culpas, si el resultado de nuestro trabajo no es de la textura, ternura o consistencia deseada. Va a ser la lucha principal, el desafío, el comentario posterior, el lucimiento o la reprobación a nuestro trabajo, el colgarnos la estrella michelín o la medalla al mérito, al reconocimiento de nuestras capacidades culinarias.
 
Días atrás hablaba por teléfono, (a través de las ondas, además de los mensajes de texto y los mensajes de voz, también se puede establecer una conversación en tiempo real), con una prima hermana, residente en la Axarquía, en Periana. Y cómo no, la pregunta me llegó inevitable, la esperaba, estaba seguro de la indagación: “¿Has hecho palillos este año?“. No, fue mi respuesta. Le había entrado a los pestiños (gustan más en casa) y a los roscos de minuto que llevaba tiempo con la receta de mi madre y nunca había comprobado cuánto tiempo se tardaba… en hacerlos.
 
“¿Y tú, lo has hecho?”. ¡Sí!, cuéntame… “Calla, muy duros, como piedras…. “pa” tirarlos a la basura”. “Ja, ja, ja, ja, ja… eso no es posible. ¿Miraste de no mojarte las manos durante el proceso? ¡Claro, como siempre! ¡Tiene que ser la dichosa harina!” Si es que ya no hacen las harinas como las de antes.
 
“¿Batiste bien las claras separadas de las yemas de los huevos? Que sí… y reposada la masa unos quince minutos”. En Antequera, lo he comentado con varios amigos en tertulias al hilo, y resulta que los palillos por aquí no son tan conocidos, es por lo que se me ocurrió dar a conocer, ¡aquí no hay secretos!, la receta de años ha, compartida de familia en familia. Eso sí, puede ser la harina, el amasado, el calor de las manos, esos condimentos que salen del propio deseo, del interior del cocinero o cocinera, o… de ambos, como es mi caso, de todo ello digo dependerá el resultado.
 
Palillos: Seis huevos. Batir las claras hasta montar, añadir seis cucharitas de aceite frito, añadir las yemas y amasar con harina, dejando reposar la masa unos quince minutos. Se confeccionan unos trozos de masa a modo de palitos de unos dos centímetros de diámetro por unos siete-ocho de longitud.
 
Le practicamos unos cortes longitudinales, luego abrirán al freír. Poner a freír con el aceite frío y calentar al unísono. Deberán crecer al freír, hasta el doble de grosor. Si todo va bien, hervir agua con una ralladura de limón para remojar y rociarlos de azúcar. Y… ¡que salgan tiernos!
Personalmente los prefiero sin el aditivo del azúcar, tal cual salen de la sartén, miel no poner, son palillos, no pestiños. ¡Buen provecho!
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