Abraham es fundamental. Dios hace una alianza con él de modo que tendrá una descendencia tan grande como las estrellas del cielo, y dará a ésta la tierra de Canaán para siempre. Como señal de la alianza, Dios impone a él y a todos sus descendientes la obligación de circuncidar la piel del prepucio de los varones. Muchos siglos más tarde los apóstoles debatieron si la circuncisión afectaba también a los gentiles que abrazaban la fe cristiana. Abraham engendró a Isaac, éste a Jacob, del cual surgieron las doce tribus de Israel. Dios se va a presentar con frecuencia como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. El patriarca Abraham también tuvo a Ismael, hijo concebido con la esclava de su mujer, quien engendró a su vez un pueblo numeroso. Por tanto, a Abraham se le considera el padre de los hebreos, de los cristianos en cuanto a la fe y de los árabes ismaelitas.
Dios elige a este hombre para hacer un pacto con él, le habla y se le aparece varias veces, y sin embargo no se trata de alguien dotado de unas cualidades sobresalientes. Es un varón anciano, que no destaca por su sabiduría o heroísmo en el combate, y no tiene descendencia. Nos encontramos con un ejemplo claro del misterio que envuelve las elecciones de Dios. Esto nos llevaría, en mi opinión, a una conclusión muy importante: todo aquél que acepta la llamada del Señor y se pone incondicionalmente a su disposición es capaz de realizar prodigios inimaginables.
Querría destacar dos aspectos de este patriarca. Yahvé manda unos ángeles a Sodoma para comprobar la gravedad de los pecados de sus habitantes. Si es así, destruirá la ciudad. Abraham intercede ante Dios por Sodoma alegando que si la destruye exterminaría y daría el mismo trato tanto a justos como a pecadores, siendo esto impropio de la justicia de Dios, por lo que le pide que no la destruya si halla al menos cincuenta justos. Yahvé accede a la petición. Abraham insiste diciendo que si hubiese cuarenta y cinco justos no sería propio de Dios destruir la ciudad sólo por la falta de estos cinco, lo que Yahvé vuelve a aceptar, y así hasta conseguir de Dios que la presencia de sólo diez justos sea suficiente para que no destruya a Sodoma. Se trata, sin duda, de un ejemplo maravilloso de bondad.
Por último me referiré a su fe. Según la Biblia, nos encontramos ante un hombre que acepta sin la menor duda dejar su tierra y la casa de su padre para hacer un viaje largo y peligroso hacia la tierra que le ha prometido el Señor, que cree que va a tener una gran descendencia aunque es anciano y su esposa es también anciana y estéril y, como culmen, acepta sin rechistar el mandato injusto e incompresible de Yahvé de sacrificarle su hijo Isaac. Lógicamente Dios, que no acepta sacrificios humanos, impide en el último momento el holocausto. Si existe la fe ciega, debe ser muy parecida a la del patriarca Abraham.
Manuel Pedraza Hidalgo