jueves 24 abril 2025
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Ante la festividad de San Juan de Dios

Por la Puerta de Elvira, al igual que unos años antes entró la comitiva real de los Reyes Católicos y posteriormente la del Emperador, entraba Juan Ciudad a Granada. Precisamente frente a dicha Puerta instala al poco tiempo una librería. Llega a Granada después de haber pasado por lugares como Gibraltar, Málaga, Marbella…No nos extraña que dejara su carrera militar y otros oficios para asentarse aquí, pues por fuerza Granada, que había permanecido bajo dominio musulmán durante 700 años despierta la curiosidad de viajeros españoles y extranjeros que la visitan, aquí se mezclaron conversos, judíos, nuevos pobladores, portugueses, castellanos, aragoneses…

Los viajeros que la visitaban no escatiman elogios a su belleza, sin embargo es una ciudad que no comprenden y que les inquieta. La trama de la ciudad les produce un rechazo que reflejan en sus crónicas. Así describen con asombro sus calles, los adarves, los pasadizos, los cobertizos; todo es tan extraño a su mundo que les inspira un sentimiento de intranquilidad y aprensión. Esta impresión la comparten los reyes y las autoridades que transforman el paisaje urbano, y cuya obsesión es ensanchar calles y crear espacios abiertos.

Juan Ciudad se convierte en un espectador de la transformación de la ciudad, una transformación que obedece a que Granada se transfigura en la ciudad castellana más importante, al ser el último blasón que incorporan a la Corona de Castilla los Reyes Católicos, haciendo de ella su panteón real y dotándola de las instituciones de la Chancillería, Capitanía General, Corregimiento y Cabildo. Más tarde Carlos I traslada el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición y fundaría la Universidad.

Es más, tras su conversión el bendito Juan pasa a dedicarse al socorro de los más necesitados y ello fue el germen de la Orden Hospitalaria que acabó extendiéndose por los cinco continentes. Todo empezó con el alquiler de una casa sita en esa calleja Lucena donde albergaba a los enfermos. Debido a que él recorría la ciudad con su capacha pidiendo limosna y recogía a los pobres que encontraba por las calles para llevarlos allí, pronto resultó insuficiente, eran tantísimos que no cabían. Y más tarde tomó otra casa, un antiguo monasterio de monjas,en la Cuesta de los Gomeles. Como si de una procesión se tratara y con los enfermos a cuestas atravesaron la ciudad el santo, sus bienhechores y seguidores para dirigirse al nuevo destino, próximos a la puerta de la Alhambra.

Es aquí donde funda sus primeros hospitales y donde da albergue a los miserables, aquellos que nada tenían y nada podían esperar. Además, esta forma de cuidar a los enfermos resultaba revolucionaria, por vez primera los más débiles son tratados humanamente, pues era un tiempo en el que la enfermedad se entendía que era debido a los pecados. Pero no sólo en el trato a los desfavorecidos fue revolucionario sino también en la perspectiva organizativa,los enfermos se distribuyen entre hombres y mujeres según la patología que sufren y las necesidades higiénicas que requerían. Esas prácticas innovadoras se extendieron y también reformaron el sistema sanitario allende de los mares.

Ello fue el preludio de la Orden de San Juan de Dios que cuenta con una historia de casi quinientos años, a lo largo de los cuales han asistido e intervenido en todas las epidemias y pandemias que han azotado al mundo, que ya son muchísimas. Los hermanos hospitalarios son omnipresentes ante la aflicción, los padecimientos y la muerte, esa entrega siempre ha sido abnegada, sin importar el peligro de contagio, de hecho son muchos los hermanos que han fallecido atendiendo a los enfermos. Esta comunidad ha estado siempre al lado de quien lo ha requerido, asistiéndoles hasta la extenuación en tiempos de la peste, el tifus, la viruela, el sarampión, la lepra, las paperas, el cólera o el ébola, coronavirus. En la actualidad, es una de las mayores organizaciones internacionales de cooperación sin ánimo de lucro, que atiende desde el ámbito sanitario, social, espiritual y emocional, lo que les ha hecho adquirir un papel fundamental en esta crisis que padecemos actualmente.

No obstante, el bendito Juan de Dios no sólo sembró la simiente de una gran Orden, sino que nos legó su humanidad. Sus escritos son el testimonio más conmovedor de su mentalidad, de una vida de servicio a los débiles, siempre rodeado de angustia, necesidad, enfermedad y desvelo. El destino quiso que San Juan de Dios muriera a consecuencia de una pulmonía por haberse lanzado al río Genial a rescatar a un niño. En ese trance, cuando le quedaba pocos días para morir y las palabras las perdía, por el dolor que sentía, escribió una preciosa carta de despedida a doña María de los Cobos y Mendoza, duquesa de Sessa y esposa de Gonzalo Fernández de Córdoba. Se trata de una misiva de despedida que resulta ser una epístola de ánimo, que nos debe ahora de servir de aliento a nosotros también, pues nos dice cómo enfrentarnos a las adversidades, los problemas y enfermedades y para ello, finaliza aseverando:“sobre todo, hermana mía, tened siempre caridad, que es la madre de todas las virtudes”.

En nuestra ciudad de Antequera desde hace diez años, los hermanos de San Juan de Dios junto a sus colaboradores cuidan a las personas mayores, de acuerdo con los criterios más arriba señalados. No ha sido fácil reflotar la residencia pues muchas eran las dificultades, pero gracias al tesón y a la apuesta del equipo asistencial, a la confianza de las familias y a la credibilidad ganada día a día, hoy podemos presumir de estar en vías de convertirnos en magnífico proyecto de atención al mayor, algo que se verá completado una vez finalizadas las obras del nuevo centro de atención diurna, que en estos días está comenzando. Se trata de unas nuevas instalaciones donde atender a aquellos mayores que puedan pasar parte del tiempo en sus casas, pero necesitan de la atención y compañía de parte del día, o bien ofrecer respiro familiar a sus cuidadores, junto a un módulo de fisioterapia dotado de piscina terapéutica donde recibir los tratamientos necesarios, en aquellas patologías que temporalmente puedan necesitarlos.

En ello estamos empeñados “por solo Jesucristo” como escribía San Juan de Dios, solo pedimos un poco de confianza y vuestra colaboración en este magnífico proyecto.

MARINA ROJA GALLEGO-BURÍN
Doctora en Derecho
Universidad de Málaga

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