sábado 18 mayo 2024
InicioReligiónDomingo XI, Ciclo B: “El Reino de Dios como don y tarea”

Domingo XI, Ciclo B: “El Reino de Dios como don y tarea”

· Primera lectura: 

Ez. 17,22-24: “Yo planto…

para que eches  y des fruto…”.

· Salmo responsorial: 

Salmo 91, 2.3.13-14.15-

16: “…El justo crecerá

como un palmera…”.

· Segunda lectura: 

2 Cor., 5, 6-10:

“Caminamos sin verlo,

guiados por la fe”.

· Evangelio: Mc, 4, 36-34:

“El Reino de Dios… como

semilla que crece…”.

 

Tres elementos, tomados de la naturaleza, el germen del cedro, la semilla plantada, el grano de mostaza, se nos presentan a nuestra reflexión en las lecturas de este domingo, para entender los que Dios nos sugiere como cualidad sustancial  del Reino que Él nos ofrece.

Con el nombre de  Reino de Dios,  Jesús entiende  el mensaje del  evangelio que predica,   coincidiendo plenamente con su ser de Hijo de Dios y en su obrar; latente de una forma u otra en toda la biblia, en cuanto mensaje divino para el creyente: este reino es el reino del amor, de la misericordia, de la fraternidad, de la solidaridad, del perdón y de la acogida al otro, especialmente del más necesitado.

Una realidad que no podremos entender, ni mucho menos asumir, prescindiendo de Dios y de la meditación de su Palabra.El Señor planta su Palabra en lo más profundo de nuestro corazón, cual semilla confiada a la tierra, al agua y al sol de la gracia que la hará fecundar, germinar, convertirse en fruto porque, como dice  el profeta Ezequiel en la primera lectura sobre  Dios,  yo planto para que eches y des  fruto. 

¿De qué forma planta  Dios el contenido del Reino en nuestros corazones? Siempre, y a lo largo de la historia cristiana, el Señor, posibilita a cada creyente para que pueda conocer su potencialidad espiritual, implantada en nuestros corazones; los medios espirituales a nuestro alcance son numerosos;  los sacramentos  son un medio fundamental; el bautismo, la confirmación, la eucaristía, la reconciliación sacramental, ayudan y fortalecen la semilla del amor plantada en lo más profundo de cada uno de nosotros.Pero también son fundamentales la lectura y meditación  de la Palabra de Dios,  el testimonio de la propia vida, el consejo adecuado,  la caridad compasiva…

Todo va conformando el Reino de Dios en cada uno de nosotros. Es de esta forma como el Reino de Dios, además de ser un don de Dios –el don precioso de la fe– se transforma necesariamente asimismo mediante el esfuerzo personal y la voluntad individual, en  tarea de crecimiento y madurez personal que,  con la luz y fuerza del Espíritu se convierte en árbol robusto, de frutos esplendorosos.

Efectivamente, entender el mensaje del Reino de Dios es un don del Espíritu, una gracia, nunca merecida por nosotros, pero ofrecida generosamente a quien quiere recibirla; una gracia que,  a través de la fuerza del Espíritu germinará a través del esfuerzo personal a lo largo de la vida singular propia; esta gracia, exige, pues, ponerse a la tarea de entender, de fortalecer y de convertir en fruto lo que hemos recibido como don. Es un camino duro, exigente, pero un camino que se hace siempre  acompañados por el Señor, aunque muchas veces nos parezca lo contrario, porque a pesar de todo, nuestro Dios siempre está a nuestro lado en la sudorosa tarea de convertir en fruto el don de la semilla primera.

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