viernes 26 abril 2024
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Los Jardines del Rey, junto a la Puerta de Granada

El recinto amurallado de la Madina Antaquira musulmana contaba con tres puertas principales: Estas eran la primitiva de Estepa o de la Villa “Bab Istabba” (desde 1585, Arco de los Gigantes); la antigua de Granada “Bab Garnata”, más conocida como Puerta de las Bastidas, que estaba situada en el encuentro de las actuales calles Bajada del Río, Niña de Antequera y Colegio; y la de Málaga “Bab Malaqa”, desde el siglo XV ermita de la Virgen de Espera o de la Esperanza.

Después de la toma de Granada por los Reyes Católicos en 1492, la ciudad de Antequera experimenta una gran expansión urbanística y demográfica en sus distintos arrabales hasta el punto que las antiguas murallas islámicas dejan de tener su primitiva función militar. Si a partir de aquel momento los muros y torreones del recinto alto de la Alcazaba se mantuvieron en pie fue debido al interés de la nobleza local, y en particular de la familia de los Narváez, por conservar algo que seguía siendo un testigo parlante de la pasada conquista de la ciudad por sus propios antepasados.

Hacia el año 1600, con una ciudad expandida en todas direcciones, se plantea la necesidad de rodear el nuevo casco urbano con unas tapias o paredones de mampostería y cuatro varas de alto (algo menos de cuatro metros), cuya función era de tipo sanitario y de control de viajeros y mercancías. Las nuevas puertas, abiertas en el renovado cerramiento, se desplazaron en el espacio y se localizaron en el Henchidero (Málaga), al final de la calle San Miguel (Gandía-Álora), cerrando la Alameda (Estepa), junto a la Trinidad (Lucena), al final de la calle Belén (Granada) y en la zona de la Moraleda-el Carmen (Vélez-Málaga). Estas nuevas puertas ya no tenían carácter monumental, sino que eran simples portones jalonados de garitas de vigilancia. Además, debido a la escasa calidad constructiva de estas tapias, muchos tramos de las mismas tuvieron que ser reparados con relativa frecuencia, particularmente en los dramáticos periodos de pandemias que asolaron la ciudad sobre todo en distintos momentos del siglo XVII.

A mediados del siglo XVIII, durante el corregimiento del capitán de Infantería don Rodrigo Navarro de Mendoza Cabrera y Ponce de León, que lo ocupó entre los años 1743 y 1750, la ciudad de Antequera experimenta una serie de transformaciones en su edilicia urbanística, fruto en cierta medida de los planteamientos ilustrados que el gobierno del rey Fernando VI de Borbón estaba propiciando en Madrid. Como es sabido, en aquella época los corregidores eran enviados a las ciudades importantes como representantes del rey, con poderes en materia de dirigir el Concejo de la ciudad (Ayuntamiento) y con competencias en justicia, orden público y abastecimientos. En determinados momentos también promovían y ejecutaban todo tipo de reformas edilicias en lo relativo a edificios públicos, mejora de espacios urbanos y empiedro y reempiedro de las calles. Su mandato normalmente era de cuatro años, aunque podía prorrogarse, para que no tuviesen tiempo de corromperse, lo cual terminaba ocurriendo en no pocas ocasiones, y al final de este periodo eran enviados como corregidores a otras ciudades. De hecho, don Rodrigo Navarro, que era señor de la villa de la Granja y regidor perpetuo preminente de la ciudad de Zamora, estuvo de corregidor interino en la ciudad de Úbeda entre los años 1736 y 1739, antes de ser nombrado corregidor de Antequera, y también lo sería con posterioridad de Guadix-Baza en torno a 1762.

Lo cierto es que don Rodrigo llegó a Antequera con ganas de llevar a cabo proyectos de cierta envergadura y con ello aumentar méritos en su carrera como gestor de lo público en nombre del rey. Ya se ha publicado en numerosas ocasiones que este corregidor fue el auténtico promotor de la construcción de la Puerta de Granada en 1748 y de la Puerta de Estepa un año después. Y tal como queda constatado en las actas capitulares (29 de marzo de 1749), una vez que concluyeron ambas obras mandó hacer “dos modelos dibujados y en pintura con sus cajas acharoladas de los dos suntuosos arcos que su señoría ha hecho en las puertas de Granada y Estepa en la Alameda y que los ha hecho dibujar para noticiarlo a la ciudad y remitirlos a Su Majestad”. Está claro que el buen corregidor quería que en Madrid supieran que aquí no estaba precisamente perdiendo el tiempo.

 

La Puerta de Granada: primera urbanización de su entorno

En el mismo libro capitular antes mencionado se alaba la diligencia del corregidor “por los esmeros con que se interesa en los aumentos de las obras públicas en esta república y en especial la de los dos arcos, fábrica (obra) de Plazuela en la puerta de Granada y sitio de la Alameda que ha allanado con empedrados…”. Un año después, en el acta capitular de 23 de julio de 1750, se escribe: “que en la Puerta que dicen de Granada, quiere (el corregidor) rodear aquella plaza de poyos (bancos) que se hallen tapados con piedras jaspes y afianzadas con planchas de hierro que se ha ejecutado para divertimiento del común, y puesta una alameda y para más seguridad pretende su señoría afianzar dichos poyos haciendo una pared a la parte de afuera que los sostenga y quite el riesgo de que con el tiempo y el gentío y muchachos los desbaraten y para ello prevalerse de la piedra franca que la ciudad tiene en canteras de aquellas cercanías y sin causar perjuicio alguno”. La propuesta del corregidor fue aprobada, pero el muro de contención de toda la plaza no se llevó a cabo hasta el año 1994. En una vieja fotografía de hacia 1880 se observa que este espacio todavía conservaba los poyos o bancos –no sabemos si rehechos con el tiempo–, así como la fuente de piedra caliza instalada en 1748 por el cantero Vicente Aguirre, que sin duda la trasladó desde otro emplazamiento, pues en la panza de su balaustre podemos leer que se hizo en 1739, siendo corregidor don Antonio de Heredia Bazán (1687-1763), caballero de la orden de Santiago y  del Consejo de Su Majestad, quien por cierto llegaría a ser corregidor de la villa de Madrid.

Pero volviendo a la obra de don Rodrigo Navarro, resulta evidente que su intención no se limitaba a la construcción de dos nuevas puertas de carácter monumental, sino que también quería urbanizar sus entornos como espacios de socialización, plantando árboles que dieran sombra, colocando bancos o poyos para el descanso de los paseantes y una fuente que tuviera el doble carácter de utilidad pública y embellecimiento del lugar. En el caso del espacio exterior de la Puerta de Granada, tuvo que comenzar rebajando el antiguo cerrete arenisco de las Tres Cruces, que hacía incómoda la entrada a la ciudad, para en su lugar levantar la nueva puerta. Todavía hoy podemos ver a la derecha de la fachada exterior del arco el terreno arañado en la piedra arenisca del terreno. En cuanto al espacio para el nuevo paseo o plaza se tuvo que allanar y estabilizar una importante superficie de terreno, imaginamos que con escombros y otro aporte de materiales. Todo ello,aunque bastante degradado, llegó hasta finales del siglo XIX. Ya en el siglo XX, se estableció allí el llamado fielato o caseta de cobro de los arbitrios y tasas municipales sobre el tráfico de mercancías y la zona se convirtió en aparcamiento de espera de carros y vehículos a motor. Este impopular servicio se eliminó a comienzos de los años sesenta del siglo pasado, pero la función como aparcamiento de camiones de toda esta zona se mantuvo hasta las referidas obras de 1994. Es más, en buena medida su aspecto general hasta entonces era el de una especie de vertedero de escombros y pequeño basurero doméstico.

 

Los nuevos Jardines del Rey

Cuando en 1994 nos planteamos desde el Ayuntamiento recuperar el entorno de la Puerta de Granada, como amplio espacio ajardinado para los barrios de Santiago-Los Remedios, comprendimos que era necesario construir un potente muro de piedra que sostuviera todo el terreno bordeando el camino que baja hasta el puente de los Remedios. No obstante, para conseguir la superficie deseada hubo que comprar un suelo de titularidad privada a la Papelera los Remedios, con una superficie de 7.295 metros cuadrados que tuvo un coste de tres millones doscientas mil pesetas. Estos terrenos se corresponden básicamente con la zona dedicada a parque de ejercicios físicos y aparcamiento de vehículos.

La obra del muro se planteó, dentro del capítulo anual de planes provinciales, como el proyecto del año 1994 y como tal fue aprobado por los plenos del Ayuntamiento y de la Diputación Provincial de Málaga, ya que ambas instituciones financiaban a partes iguales el total de treinta y tres millones seiscientas mil pesetas. De la redacción del proyecto se encargó el ingeniero Francisco Ruiz García al que le indiqué, como concejal de urbanismo, las pautas generales de la nueva obra: el grueso muro sería de piedra caliza y éste no presentaría una curva seguida, sino que avanzaría mediante un sistema de torreones-miradores repartidos a lo largo de todo el trazado. Así se aprobó el proyecto y así comenzó la obra en enero de 1994 ante la sorpresa de no pocos. El mismo alcalde de entonces, Paulino Plata, durante una visita a las obras el 19 de mayo de aquel año, se enfadó bastante por el aspecto que iba presentando lo edificado y me dijo que si lo que pretendía era levantar un castillo. Mi respuesta fue que el muro era necesario si queríamos hacer unos grandes jardines y que el sistema de torreones no había encarecido la obra. Y todo continuó sin mayor problema.

Levantados los muros de piedra y rellenado el interior con el material adecuado y convenientemente compactado, la obra se paralizó durante 1995 para que los nuevos terrenos se asentaran definitivamente con las lluvias de aquel año. Ya en marzo de 1996, mediante otro proyecto, se reordena el entorno inmediato de la Puerta de Granada creando un principio de rotonda, de manera que los vehículos ya no pasaran por debajo del arco sino rodeándolo. Al derribar la tapia del viejo Matadero –donde encajaba el muro del arco– hubo que consolidar el lateral de la Puerta, sustituyendo el dentellón de ladrillos de su grosor en la zona baja por un tratamiento más acabado.

En la mañana del 17 de septiembre de aquel año 1996 se procedió al trazado de los diferentes parterres de los Jardines, tomando como eje axial la antigua fuente barroca, de cuya recuperación hablaremos más adelante. Básicamente se diseñó un crucero de caminos delimitados de arriates trapezoidales, curvos en sus lados concéntricos al eje de la fuente. En cuanto a la dirección de los caminos principales se tomaron como ejes visuales la propia Puerta de Granada, el Recinto Monumental de la Alcazaba,la Colegiata de Santa María y la iglesia del Carmen; algo que quedaba remarcado con la apertura en los tres paños entre torreones que miran hacia la zona monumental alta con barandas de hierro forjado. Las especies arbóreas elegidas, plantadas en el año 1997, fueron aquellas que en el futuro diesen buena sombra a los paseantes, algo que ya ocurre al día de hoy pasados veinte y tres años. Como homenaje a la vieja tradición oleícola de estas tierras se plantaron cuatro olivos centenarios centrando los parterres más cercanos a la fuente.

 

 

La fuente recuperada

En la foto de hacia 1880, a la que ya hicimos referencia con anterioridad, todavía aparece, a la izquierda de la imagen, la fuente que se colocó en tiempos del corregidor don Rodrigo Navarro y que debió de ser desmontada a comienzos del siglo XX, posiblemente debido a su mal estado de conservación. Los restos aprovechables de la misma se almacenaron en el entonces cercano Matadero situado a la entrada de la calle Belén. De lo allí guardado la pieza que tendría mayor recorrido en el futuro, y lo único que llegó hasta nuestros días, fue el balaustre panzudo con inscripción de 1739 que sostenía la taza. Cuando en los años sesenta del siglo pasado el Ayuntamiento remodeló la plaza de las Descalzas se trasladó a este espacio un mar-abrevadero alargado de caliza roja existente en el Matadero acompañado del balaustre de la antigua fuente, colocándose ambas piezas en la pared existente entre la puerta del torno conventual y la casita que lo separa del Colegio de los Carmelitas. Dado que esta fuente-pilar daba serios problemas de humedad a los muros del convento de las monjas carmelitas, el Ayuntamiento a comienzos de los años setenta optó por recolocarla en la plataforma que existe ante la actual puerta de la Alcazaba. Allí estuvo situada sin pena ni gloria durante algunos años, pues ni siquiera se le llegó a instalar el suministro de agua. El mar o pilar alargado pasó en 1990 a formar parte de la Fuente del Toro y el balaustre se trasladó al taller de los picapedreros municipales a la espera de, en un futuro, rehacer por completo la fuente barroca de la Puerta de Granada.

A medida que las obras de los Jardines avanzaban en su compleja configuración, propuse como alcalde al pleno municipal de 12 de diciembre de 1997 su denominación como “Jardines del Rey Juan Carlos I”, siendo aprobada la moción por unanimidad de todos los grupos de la corporación municipal. Lógicamente en aquel momento nadie tenía ni idea que seis meses después los Reyes de España iban a inaugurar la obra durante su visita a la ciudad.

En cuanto a la recuperación de la fuente barroca, ésta comenzó a fraguarse a partir de los meses finales de 1996, de manera que los picapedreros municipales iban realizando las diferentes piezas digamos que compaginándolas con otros trabajos.  En concreto la taza agallonada con sus cuatro mascarones la talló el escultor del taller Antonio García Herrero entre los meses de febrero y mayo de 1997. Cuando a comienzos de junio de 1998 me llamó por teléfono el que era Delegado del Gobierno de España en Andalucía José Torres Hurtado, comunicándome la próxima visita de los Reyes, tuvimos que organizar un amplio dispositivo al respecto y entonces se aceleró la terminación de las pocas piezas que faltaban de la fuente. La visita de los Reyes de España a nuestra ciudad, que en su momento significó un gran acontecimiento para los antequeranos, tuvo lugar los días 22 y 23 de junio de 1998, pero la explicación con detalle de aquella efeméride requeriría un espacio del que aquí no disponemos.

 

 

Ampliación de los Jardines en el solar del antiguo Matadero

Entre los años 2001 y 2002 y mediante las obras del PER, se desarrolló el nuevo proyecto denominado “Ampliación de los Jardines del Rey” en lo que quedaba del solar del Matadero, ya que buena parte del mismo lo ocupó el trazado de la calle que envuelve la rotonda de la Puerta de Granada. En el tramo de la acera de calle Belén se hizo una notable ampliación de la misma incorporando un total de cinco alcorques para plantar palmeras, faltando un ejemplar en la actualidad. Y para bajar a la nueva zona ajardinada se desarrolló una escalera de planta circular, dividida en dos tramos por una meseta central, circular también; de tal manera, que en su parte superior es cóncava, y en la inferior convexa. Este diseño de escalinata lo tomé de un proyecto de Bramante para el Belvedere vaticano, cuyos dibujos publicó el tratadista italiano Sebastiano Serlio en su “D’Architettura”. En la edición española de esta obra, impresa en Toledo el año 1552 por Francisco de Villalpando, encontramos precisamente un modelo dibujado en planta, corte y perspectiva del tipo de escalinata al que hacemos referencia. El muro de contención de este jardín con vistas hacia la Moraleda, realizado en hormigón armado durante mi último año de alcalde en 2003, estaba pensado para ser recubierto de fábrica de ladrillo y bolos de piedra, similar al murete que se levantó en la medianera de la casa colindante de la calle Belén, pero al día de hoy sigue sin ejecutarse: “tempus fugit”. Para al diseño de los parterres de este nuevo espacio se optó por una solución similar a la ya realizada en los Jardines del Rey altos, aunque lógicamente más simplificada al contar con un solar mucho menor; es decir, un crucero de caminos marcados por bordillo granítico de cuarto bocel, tomando como eje principal el camino que baja desde la escalinata bramantesca hasta la balconada-mirador con vistas a la Moraleda y la zona monumental de la acrópolis antequerana.

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