jueves 2 mayo 2024
InicioNo categorizadoLa tradición oral: valoración cultural

La tradición oral: valoración cultural

Cuando uno se enfrenta a la difícil tarea de comunicar lo que ha investigado durante años, se suele encontrar con personas que, amable y cariñosamente aplauden tu labor y te felicitan por ello, cuando te ven por la calle o en alguna actividad, así como se regocijan con el resultado de esa investigación, porque reconocen que es una ardua tarea y que, sin los cuatro locos que nos hemos dedicado a esto por verdadera vocación, costándonos dinero en muchos casos y, sobre todo, restándole tiempo a nuestra familia, esta tradición se hubiese perdido para siempre sin dejar rastro alguno; pero también, por desgracia, hay quienes creen que es una labor inútil y que perdemos el tiempo en ello. Lo peor es que algunos son docentes, compañeros tuyos y que lo único que han hecho ha sido criticar, de manera infundada, porque carecen de los más elementales conocimientos  en la investigación  de lo popular y que sólo buscan hundir al compañero, sólo porque destaca en algo de lo que ellos han sido incapaces de hacerlo. Es lamentable. Encima, inútiles para hilvanar cuatro renglones bien redactados, se permiten criticar, ante personas ajenas a la docencia y a la escritura, los trabajos de estos investigadores sin argumentos fehacientes y de valor gramatical o sintáctico alguno. Como diría Cervantes: “Con su pan se lo coman”. Yo seguiré investigando y contribuyendo a que la tradición oral, popular, no llegue a perderse del todo.Cuando uno se enfrenta a la difícil tarea de comunicar lo que ha investigado durante años, se suele encontrar con personas que, amable y cariñosamente aplauden tu labor y te felicitan por ello, cuando te ven por la calle o en alguna actividad, así como se regocijan con el resultado de esa investigación, porque reconocen que es una ardua tarea y que, sin los cuatro locos que nos hemos dedicado a esto por verdadera vocación, costándonos dinero en muchos casos y, sobre todo, restándole tiempo a nuestra familia, esta tradición se hubiese perdido para siempre sin dejar rastro alguno; pero también, por desgracia, hay quienes creen que es una labor inútil y que perdemos el tiempo en ello. Lo peor es que algunos son docentes, compañeros tuyos y que lo único que han hecho ha sido criticar, de manera infundada, porque carecen de los más elementales conocimientos  en la investigación  de lo popular y que sólo buscan hundir al compañero, sólo porque destaca en algo de lo que ellos han sido incapaces de hacerlo. Es lamentable. Encima, inútiles para hilvanar cuatro renglones bien redactados, se permiten criticar, ante personas ajenas a la docencia y a la escritura, los trabajos de estos investigadores sin argumentos fehacientes y de valor gramatical o sintáctico alguno. Como diría Cervantes: “Con su pan se lo coman”. Yo seguiré investigando y contribuyendo a que la tradición oral, popular, no llegue a perderse del todo.

Ante estas actitudes de personas que deberían mostrarse de manera contraria a como vengo exponiendo, sólo se me ocurre pensar que deberían hacer lo mismo que Ramón Menéndez  Pelayo que llegó a afirmar aquello de que : “No ha existido nunca una literatura popular en España” y añadía que ningún pueblo la tenía: “Los cantos del pueblo, si son populares no son buenos, y si son buenos, no son populares.” Más tarde, cantó una de sus famosas palinodias, una retractación pública de lo que había dicho, reconociendo que “existía una literatura popular de rara ingenuidad y belleza”. Gracias, Marcelino, por haber cambiado de opinión.

Aunque todavía queda lejos de aquella opinión de nuestro paisano andaluz, el sevillano Gustavo A. Bécquer y que la expresaba de esta manera tan singular: “Hay una poesía natural, breve, seca, que brota del alma como una chispa eléctrica, que hiere el sentimiento con una palabra y huye, y, desnuda de artificio, despierta, con una que las toca, las mil ideas que duermen en el océano sin fondo de la fantasía”. Y nuestro admirado poeta granadino, Federico García Lorca, la definía como: “El inmenso tesoro milenario que cubre la superficie espiritual de Andalucía”. ¡Qué pena que haya andaluces que no tengan esa alma tan necesaria para comprender nuestra poesía popular!

Por eso, otro andaluz, tan universal como fue D. Antonio Machado, nos hacía esta recomendación, que yo la recogí para mí, cuando empezaba a impartir mis primeras clases: 

“Cuidad vuestro folclore y ahondad en él cuanto podáis. Porque la verdadera poesía la hace el pueblo. Entendámonos: la hace alguien que no sabemos quién, o que, en último término, podemos ignorar quién sea, sin detrimento de la poesía”. 

Y que luego más tarde, otro sevillano nos aconsejaba esto:

“Estudia, estudia al pueblo, que sin gramática y sin retórica, habla mejor que tú, porque expresa por entero su pensamiento, sin adulteraciones; y canta mejor que tú, porque dice lo que siente. El pueblo, no las academias, es el verdadero conservador del lenguaje y el verdadero poeta nacional”. 

Otro compañero mío, también dedicado al noble arte de enseñar, con vocación y no por dinero, nuestra lengua  y nuestra literatura, Enrique Rodríguez Baltanás, posiblemente cansado de que algunos nunca apreciasen en su justo valor la poesía popular, expresó unas ideas muy aclaratorias. Llegó a afirmar que “En la enseñanza de la literatura se ha ignorado el fenómeno de la literatura oral”. A su juicio, “la distinción entre lo culto  y lo popular, tanto en lingüística como en literatura, no son más que dos registros distintos de habla, pero de una misma lengua. Literatura culta y popular  no son mundos incomunicados, las dos forman parte de una misma literatura, con los mismos tópicos y las mismas estilemas  (término empleado alguna vez para designar un rasgo o una corriente de estilo)”. A esta idea, se añadieron otros críticos, como J.A. Fernández y J.M Orozco,  cuando proclamaban aquello de que: “El pueblo ha sido y será siempre, el gran poeta de todas las edades y de todas las naciones. Nadie mejor que él sabe sintetizar  en sus obras las creencias,  las aspiraciones y el sentimiento de una época. El pueblo da a la expresión de sus sentimientos  una forma especializada. Una frase sentida, un toque valiente o un rasgo natural le basta para emitir una idea, caracterizar un tipo o hacer una descripción”.

De ahí que surja la copla andaluza como creación poética, que algunos la explican de esta manera: “A falta de artistas que interpreten los diversos aspectos y las contradicciones andaluzas,  Andalucía se confiesa a gritos en la copla que es su creación como pueblo. La copla es la confesión de Andalucía, es, también la confidencia. En la copla están recogidos todos los matices del alma andaluza, todos su momentos más significativos”. 

De ahí que otro andaluz, García Muñoz, reconociera que:

“Pocas cosas cuentan tan bien cómo es el alma de un pueblo como las manifestaciones de su arte popular. Y tan es así, que nadie diría mejor el cuándo y el cómo del alma andaluza que su cante y su baile”.

El pueblo andaluz, que hace esta poesía popular, la canta en forma de coplas, dándole, así, la razón a Mario Vargas Llosa cuando afirmaba aquello de que:  “Todo lo que existe fue cantado por los primeros ancestros, escapó de la nada hacia el ser gracias a una canción”.

Martínez Turner añade algo más: “Es indudable que la canción influye en la educación de los instintos populares. Ella es el libro inmortal de la sabiduría y de los sentimientos del pueblo, y en ella está reflejada el alma de los hombres con imagen mucho más precisa que en ninguna otra manifestación espiritual… No es, pues, necesario encomiar el gran valor que para la construcción histórica de la patria  van adquiriendo de día en día  los trabajos encaminados a recoger, ordenar y desentrañar toda esta riqueza de cantos, leyendas, mitos, etc., que constituyen la cultura popular. Con ello se alcanzan dos cosas: Acrecentar el caudal  espiritual del hombre y conocer de manera clara y elocuente el carácter de los pueblos”.

Lamento, también,  lo que comunica este autor: “Parece evidente que las canciones populares  de nuestra región van perdiendo, desde hace algunos años, el encanto que siempre tiene  en sí la ingenua lírica campesina… Bellas costumbres ancestrales han desaparecido de nuestras montañas… La influencia de la moderna civilización, que en nuestro país sólo tiene por ahora matices de industrialismo, se deja sentir en los rincones  más apartados… Nuestras antiguas canciones van poco a poco borrándose de la memoria de los campesinos”.

Y me identifico con lo que nos comunica Federico García Lorca: “No hay nada comparable en delicadeza y en ternura con estos cantares, y vuelvo a insistir en al infamia que se comete  con ellos, relegándolos al olvido o prostituyéndolos con la baja intención sensual o con la caricatura grosera. Aunque esto corre exclusivamente en las ciudades porque, afortunadamente para la virgen poesía  y para los poetas, aún existen marineros que cantan sobre el mar, pastores ariscos en las veredas de los montes, y, echando leña al fuego que no se ha apagado del todo, el aire apasionado de la poesía  avivará las llamas y seguirán cantando las mujeres bajo la sombra de las parras, los pastores en sus agrias veredas y los marineros sobre el ritmo fecundo del mar”. 

Para terminar, estas palabras de Luis Montoto: “… La musa popular no es la ramera que se arrastra por el lado de la calle y dormita sobre el banco de la taberna… No, esa es la musa de la plebe, esa es la musa de la prostitución, que disputa a Baco el honor de ceñirse de pámpanos y uvas. La Musa Popular es libre como el viento. Así canta en las ciudades populosas como en las aldeas despobladas. Se enseñorea en los palacios  y en las cabañas. Arrulla el sueño de todos los niños, ricos o pobres. Alienta al obrero que vive atado a la máquina. Impera como soberano en las fiestas, meciendo el columpio, moviendo las castañuelas y golpeando en la pandereta. A las puertas del santuario donde se venera la imagen milagrosa, pregona el portento del milagro y la gratitud del favorecido. Acompaña al rústico labriego en la soledad de los campos, mientras el tardo buey, uncido al yugo, abre los surcos, sepulturas al grano, o en tanto caen las espigas al golpe de la afilada hoz del segador. Canta en el patio de la cárcel para distraer al preso de sus tristes cavilaciones y en la inmensidad de los mares saluda a la madre patria”.

Ésta es la Poesía Popular. Amén.

Más información edición digital www.elsoldeantequera.com y de papel.
¡Suscríbase y recíbalo en casa o en su ordenador, antes que nadie (suscripción)
 
NOTICIAS RELACIONADAS

Más recientes