lunes 6 mayo 2024
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Toque de oración (dedicado a mi abuelo José María Alarcón Romero)

Ya se marcha octubre. Y se va dejando nubarrones de tristeza en los adentros de mi corazón. ¡Y un toque de oración se hace carne en mi costado! Te marchaste aquel día, cuando el mismo día, ya dormía en los brazos de la noche. Humilde y callado te fuiste, sin perder la serenidad que ganaste durante los años, como tú siempre has sido, entregando el alma al Cristo que tantas veces le has rezado.

Sigo aquí Señor, rezando oraciones que aprendí y todas son por él. Oraciones que espero que escuches para que salgas a su encuentro. Seguro que así será, que lo esperas con lo brazos abiertos para guiarlo en ese eterno reencuentro con Él que todo lo puede. Se va el marido, se va el padre, se va el abuelo, se va el bisabuelo, y se va buscando a los suyos y nos dejas con el corazón sumido en un mar de lágrimas sin poder siquiera darte las gracias por tantas cosas que, a lo largo de los años, nos has regalado.

«El sol se oscurece y viene rajando el aire, como puñal de hielo, un toque de corneta que llama a duelo». Ésa es la realidad de este tiempo. Te vas sabiendo que, gracias a Dios, otros vendrán para seguir tus pasos. Esos pasos que, con tu sabiduría, nos has enseñado a dar todos los días de cada año que hemos tenido la suerte de compartir contigo. Seguro que faltan buenos consejeros en el cielo, buenos hombres fraternos y conjuntivos que ayudan a Dios a sacar el sol todos los días del año. Como dijera el gran pregonero y amigo, don Ángel Guerrero: «A Antequera hoy la cruza un ramalazo de dolor…» Dolor que no se va por mucha agua que escancies en sus toneles.

Ese dolor es el que nos queda, el mismo que sólo se cura con el tiempo. Y aunque el tiempo pase, el vacío persiste y no hay felicidad que lo llene. «La vida pasa y cuando va llegando se va despidiendo a la vez que va pasando». Y todos pasamos, ésa es la verdad más grande que existe, porque como dice el refrán, «No hay más tiempo que el presente, ni más sueños que el ayer, ni más verdad que la muerte…».

Un silencio sonoro y fuerte cada vez se hace más patente y es que por mucho que escriba y por mucho que grite, no hay letras para describir lo que has sido para nosotros. Se marcha un buen hombre, un honrado cristiano y un gran cofrade, de los que ya, por desgracia quedan pocos, que vivió fiel a sus convicciones, como él quiere que vivamos la nuestra, amando al prójimo como él nos amo a nosotros.

Descansa en paz, abuelo, descansa en paz porque hasta la misma muerte te llora al verte llegar. Descansa en paz, porque ya has cumplido la promesa que tenías con todos los que te veneramos.

Tu nieto JOSÉ PEDRO ALARCÓN GONZÁLEZ

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