domingo 27 julio 2025
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Domingo 17 del Tiempo Ordinario, Ciclo C, 27 de julio de 2025

Queridos hermanos: En medio de la canícula, estamos culminando el mes de julio. Y en este domingo, el décimo séptimo del Tiempo ordinario, vamos a ver cómo las lecturas de la Palabra de Dios nos invitan a caer en la cuenta de la importancia que tienen en la vida de todo creyente la oración y la confianza en Dios para nuestra existencia cotidiana.

El punto de partida de todo esto lo encontramos en nuestro bautismo, en el sacramento que es la puerta de entrada en la Iglesia. En la segunda lectura, san Pablo nos recuerda una de las grandes verdades que acompaña a este sacramento de la Iglesia: hemos sido sepultados con Cristo en la muerte, para comenzar a participar de su resurrección.

El bautismo, visto así, no solo es el nuevo nacimiento, sino que se convierte realmente en la manera en la que Dios nos hace participar de su Redención, pues por el Misterio Pascual hemos sido liberados del pecado y llamados a una nueva vida plena en Cristo. Esta nueva vida es la que nos invita a vivir en la gracia, a tratar de buscar siempre la voluntad de Dios en nuestras vidas.

Para darle contenido a esa vida “nueva”, en el evangelio de este domingo, Lucas nos presenta su “versión” de la oración del Padrenuestro. Aunque es verdad que la Iglesia ha tomado la versión que ofrece Mateo, pues es más completa, y constituye la base de la oración de los hijos del buen Padre Dios.

Pero esta oración-modelo le sirve al evangelista para presentarnos la parábola del amigo insistente que pide ayuda en medio de la noche. Y lo hace poniéndolo como modelo de nuestra oración, pues haciéndolo así, pidiendo, buscando y llamando insistentemente a Dios, haremos posible que nuestro Padre celestial nos dé lo que necesitamos para vivir, teniendo claro que Él nos ama y desea lo mejor para cada uno de nosotros. Incluso cuando nuestra petición venga en un momento tan poco oportuno como el protagonista de la parábola.

Y lo hace con un argumento muy simple: si vosotros que sois malos sabéis atender bien a vuestros amigos, o sois capaces de dar cosas buenas a vuestros hijos, que no será capaz de hacer el buen Dios con vosotros, que sois sus hijos amados. Incluso para enviarnos su Espíritu Santo, esa fuerza que necesita toda vida que verdaderamente quiera ser cristiana.
Que ese Espíritu Santo nos guíe y nos fortalezca en nuestra vida, y que en su presencia podamos experimentar la paz y la alegría que provienen de una relación íntima con nuestro Dios, verdadera base de toda vida cristiana. Por sus frutos nos conocerán, no lo olvidemos.
Junto a eso, en este domingo veraniego, el más cercano a la fiesta de santa Ana y san Joaquín, celebramos la V Jornada Mundial de los Abuelos y Mayores. En este año jubilar, esta jornada quiere ser una llamada a la esperanza, especialmente desde la atalaya de la vida de quienes ante sus años acumulados, son verdaderas referencia de vida y amor para sus familias, para la Iglesia y para toda la sociedad.

Mucho nos ha venido insistiendo el Papa Francisco, creador de estas jornadas, en la riqueza que supone la vida y la presencia de las personas mayores, un ejemplo de vida que tanto puede enriquecernos a todos.

Y el Papa León XIV, al presentar estas jornadas, nos recuerda la importancia que tienen estas personas en nuestras comunidades parroquiales, la necesidad de buscar un espacio para atender a todas aquellas personas que han sido parte tan importante de nuestra Iglesia, y que desde su realidad aún tienen tanto que enseñarnos a todos.
Que hoy nuestra Acción de Gracias a Dios sea por todos ellos, por todo lo que nos enseñan con su palabra y su ejemplo. Que Dios los siga bendiciendo cada día.

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