lunes 6 mayo 2024
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Carmen Orellana y José Hurtado dejan las carnicerías familiares en buenas manos con sus hijos

Con la jubilación de Carmen Orellana, unida a la producida hace cinco años por parte de su esposo José Hurtado, se completa una etapa importante para Carnicerías Orellana, “que ha tenido mucho trabajo, pero ha dado sus frutos”.

Así lo explica el propio José, que recuerda que “empezamos de cero”. “Yo había estado ya unos años de niño con mi tío, desde los diez a los dieciocho, y luego me dediqué a la construcción”, señala. Pero fue cuando dejó de haber trabajo en la obra cuando se decidió a montar su primera carnicería.

“Antes ya había empezado a hacer chorizos y cosas así para la familia, luego los preparaba en casa y salíamos por la tarde a repartir, hasta que ya se abrió el primer negocio”, rememora el esfuerzo suyo y de su señora, “que además nunca había trabajado en este sector, y tuvo que estar los primeros cinco o seis meses sola, con las cosas que yo le preparaba”.

Esa primera carnicería fue en la calle Álvaro de Oviedo 2; muy próxima a la que se mantiene en calle Pasillas. Corría el año 1983, “y desde ahí fuimos creciendo”. 

Allí se criaron sus tres hijos, y han sido testigos de cómo el negocio “ha cambiado muchísimo; antes había que comprar los bichos enteros, había que ir a por los chivos al campo, por los pavos, los conejos… y todo llegaba vivo y había que sacrificarlo por nuestra cuenta”.

Tras esa primera tienda llegaron otros puestos en el Mercado de Abastos y posteriormente en calle Merecillas, “que se abrió en cuanto mi hijo Juanjo cumplió los dieciocho años porque él quería su negocio propio”.  

Hoy en día, con sus hijos al frente, se mantienen abiertas las Carnicerías Orellana de la calle Pasillas y la calle Merecillas. “Cada una de ellas tiene su fabricación propia”, indica José destacando como ventaja “que se puede hacer lo que el cliente demanda sobre la marcha, y el producto siempre es fresco”.

Hay un producto que, cuando llega el frío, siempre ha tenido una gran demanda en Carnicerías Orellana. Se trata del guisado de patas de Carmen Orellana. “Esta receta era de mi madre antigua, y como estuvimos un tiempo viviendo en casa de mis padres, mi mujer la aprendió y luego ya le ha dado su punto”, manifiesta orgulloso José.

La calidad y el servicio es lo primero

Echando la vista atrás, el fundador de esta saga de carniceros antequeranos no duda en asegurar que “ha valido la pena tanto esfuerzo. Gracias a Dios no nos ha faltado de nada, ni a nosotros ni a nuestros niños, y nos queda la satisfacción de haberles dejado su negocio” que emprenden ya solos por su cuenta.

Aunque ya no están en el día a día, “siempre estamos con los ojos puestos en ellos, dándole vueltecillas por si necesitan cualquier cosa”. 

En su tranquilidad está que “mis hijos son muy responsables y no hace falta ni que estemos pendientes de ellos”.

“Me voy muy satisfecho porque son incluso mejores que yo”, manifiesta destacando que “la calidad es lo primero, igual que el servicio, por encima del precio para nuestros clientes”.

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