El evangelio de esta semana nos invita a una reflexión serena de estas dos posturas aparentemente encontradas una con la otra. Si no vamos con cuidado podríamos extraer de esta narración algunas conclusiones nada acertadas. La interpretación tradicional de la actuación, para algunos incluso irreconciliable de Marta y María nos ha llevado en ocasiones a contraponer oración y acción, vida contemplativa y vida de compromiso, dedicación a las cosas espirituales y preocupación por las cosas materiales. Incluso se ha subrayado como infinitamente más importante la oración, la contemplación y las cosas espirituales. Tal apreciación es sesgar el texto y obligarle a decir lo que no pretende.
Existe una afirmación clara: “María ha escogido la mejor parte”. María se sentó a los pies del Señor para escuchar sus palabras. Representa el gesto del auténtico discípulo. Escuchar y empaparse del mensaje que trae Jesús es la mejor parte. María ha comprendido la buena noticia y no quiere perderse ningún detalle. Marta, sin embargo, también discípula sigue atada al cumplimiento, a las obligaciones. Debía de haber muchos invitados, y uno de los deberes de las personas que recibían era atenderles y procurar que no les faltara nada. De ahí el reproche a Jesús ante la pasividad y aparente despreocupación de María.
Según palabras de Jesús, María ha elegido bien. No es la postura más cómoda, sabemos por experiencia que es más fácil “moverse” que apreciar, sintonizar y acoger la Palabra. Su escucha está muy por encima de cualquier otro interés. No es por lo tanto oposición entre acción y contemplación, sino subrayar que la escucha de la Palabra de Jesús es el comienzo absoluto de la vida de todo creyente. Para nosotros los cristianos esta necesidad no ha variado y sigue siendo tan urgente como al principio. Necesitamos hacer silencio, reservar espacios de tiempo, desprendernos de tanto agobio y escuchar a quien es la fuente de la Vida.
Una buena y sana preocupación para todos nosotros es cuestionarnos la asiduidad de la escucha así como de la lectura de la Palabra de Dios. Si bien es verdad que en la Eucaristía su proclamación alcanza en el ámbito comunitario su máxima expresión, no debe limitarse a ésta. Tener en casa algún pequeño comentario, compendio de lectura anual y una Biblia serían unos hermosos instrumentos que nos ayudarían a crecer más en la escucha.
La Biblia cuanto más leída, más aporta en nuestra vida. En este tiempo estival, los momentos de ocio no deberían significar únicamente diversión, televisión… un poco de silencio y sentarnos junto al maestro en el silencio de la oración y de su presencia nos vendrán muy bien. Os recuerdo que las Iglesias suelen ser sitios muy frescos en verano.