Un proyecto que logró tras concurso público del mismo: “Obtuve el primer premio y el encargo para hacer el edificio en junio de 2010, siendo presentado el proyecto definitivo en enero del 2012, tras un largo proceso de análisis del edificio. Las obras comenzaron en marzo del 2012, y han finalizado en noviembre de 2014”.
Un largo proceso de elaboración y transformación: “El estado inicial del edificio era radicalmente distinto al actual. En el solar sólo existía una pequeña edificación, rodeada de construcciones de ínfima calidad, y una superficie vacía en la que se acumulaban materiales de construcción y desechos. Bajo esa superficie, aparentemente un solar, se escondía el depósito de aguas de la ciudad, construido en 1880, y que en los años 70 del pasado siglo dejó de estar en servicio, al ser sustituido por otro en una cota superior. Es verdaderamente sorprendente la riqueza del espacio, que se concibió para estar enterrado y sólo albergar agua, sin que nadie pudiera visitarlo, accediendo sólo muy puntualmente por motivos estrictos de mantenimiento. De hecho, fue todo un descubrimiento acceder a este espacio inundado y contemplar la riqueza de la factura de esta obra puramente de infraestructura de la ciudad”.
Este trabajo en el que ha estado tan implicado este tiempo, ha sido un reto para él: “Actuar en Santa Clara era actuar en un edificio sobresaliente, de gran interés patrimonial y ampliarlo mediante arquitectura moderna de calidad. Actuar en el Museo de La Viñuela suponía construir un edificio de nueva planta, radicalmente moderno, pero que ayudara a delimitar y hacer entender la riqueza de la trama urbana del pueblo y su conexión con su privilegiado y especial paisaje. Por su parte, actuar en el Depósito de Aguas de Ronda consistía en un ejercicio intelectual mucho más complejo: de toma de decisiones difíciles para conseguir mantener los valores patrimoniales que el propio inmueble llevaba en su ADN, pero al mismo tiempo haciéndolo un edificio útil, contemporáneo, de bajo mantenimiento y que resolviera ciertos problemas urbanos del área. Era necesario llegar a una posición de equilibrio, difícil de conciliar y más aún de comunicar. Ha supuesto todo un reto técnico e intelectual, pero también de comunicación con los vecinos, exponiendo y debatiendo las ideas, que se ha resuelto de modo que ha satisfecho mucho a los usuarios, de manera que a un arquitecto ya sólo le queda desear que efectivamente sirva según su cometido a Ronda, a los rondeños y visitantes y a todo el sector del vino”.